Ada y Carbonell (Reseña)



Por décadas, los nombres de Ada y Carbonell han circulado entre lectores, televidentes y cinéfilos de varias generaciones. Sus aventuras, reformuladas una y otra vez, han cruzado océanos y soportado los vaivenes de la industria editorial. Hoy parecen consagrados como parte del canon popular de Aragca, aunque su origen revela una historia mucho más errática y llena de metamorfosis.

Los inicios en El Vigilante

La crítica coincide en que el punto de arranque del género detectivesco en Aragca se sitúa en 1903, con la publicación de Las aventuras del Sereno Antracita en el diario El Vigilante, fundado décadas antes por Arnulfo Peláez. Según el historiador literario Emilio Borda Estrada (Revista Letras Aragquinas, 1987), “Antracita supo conectar con la ansiedad de un país que apenas se organizaba en torno a instituciones modernas; el sereno representaba el orden en medio de la penumbra urbana”.

El éxito fue inmediato: la sección de cuentos del diario, inicialmente abierta a todo tipo de autores, quedó copada por las peripecias del vigilante nocturno. Como señala Marta Quiroga, especialista en cultura popular (El folletín y sus desvíos, 2004), “el personaje dio origen a una genealogía de policías literarios que, de un modo u otro, aún reverbera en Ada y Carbonell”.

Matrimonios de detectives y esposas en la sombra

Los imitadores no tardaron en aparecer. El Gendarme Hulla y Esposa (1909) introdujo el modelo de la “esposa en la sombra”: un marido oficial, torpe frente a los enigmas, y una mujer perspicaz que, desde la tranquilidad doméstica, resolvía los casos. Para la investigadora Laura Gálvez, “allí se gestó un germen protofeminista que nunca se reconoció, pero que abriría la puerta a futuras duplas equitativas” (Seminario de Literatura Aragquina, 2011).

Un intento menos recordado, Turba y Escuálida (Editorial Lando y Quilme, 1915), apostó por un matrimonio de investigadores en igualdad de condiciones. El proyecto se interrumpió tras un solo volumen, aunque su audacia lo convirtió en pieza de culto entre coleccionistas.

La reconfiguración gráfica

Hacia 1950, con el género en decadencia, la editorial Lando y Quilme ensayó un relanzamiento en clave de historieta: Carbon y Ada Tiburón. El cambio fue radical: ya no eran cónyuges, sino compañeros de escuela convertidos en policías. Carbon asumía el papel del investigador brillante; Ada, rebautizada “Tiburón”, encarnaba el torpe sidekick que generaba el gag humorístico.

El crítico cultural Hernán Ospina describe esa etapa como “el momento en que la cultura de masas fagocitó al folletín. Carbon y Ada Tiburón dejaron de ser personajes literarios para convertirse en caricaturas pedagógicas de la lógica policial” (Archivo del Cómic Aragquino, 1999). La revista se mantuvo hasta 1973, cuando la muerte de su creador precipitó el cierre.

La televisión: entre la visibilidad y la amputación

En los noventa, Canal 4 llevó al aire El Inspector Carbonell, un programa semanal de treinta minutos que omitió sin explicación alguna la figura de Ada. Según la periodista cultural Irene Vélez (La televisión que olvidamos, 2002), “el show televisivo consolidó al detective masculino como héroe solitario, en consonancia con la estética de las series policiales estadounidenses de la época”.

El programa tuvo cinco temporadas y fue cancelado abruptamente. Las secuelas que intentaron continuar la franquicia —CarbonoirLa hija de Carbonell y Carbonell contra los piratas del espacio— fueron, en palabras del crítico Julio Sanabria, “tres piezas de arqueología televisiva que nunca lograron conectar con el público”.

El retorno cinematográfico

El renacer llegó en 2020 con la película Ada y Carbonell, que recuperó el carácter dual de la pareja y le dio un tratamiento contemporáneo. El film, dirigido por Clara Montalbán, apostó por un equipo de detectives complementarios que solo en ciertas ocasiones trabajaban como pareja. En palabras de Montalbán, “Ada dejó de ser un apéndice humorístico y volvió a su sitio: el de una profesional con tanto peso como Carbonell” (entrevista en Cine y Nación, enero 2021).

El éxito de la película abrió la puerta a una saga en expansión, con proyectos de series y precuelas en desarrollo. Hoy, a más de un siglo del Sereno Antracita, la genealogía de detectives aragquenses sigue viva, con Ada y Carbonell como estandartes de una tradición que nunca se resignó al olvido.



Comments

  1. He de confesar que me he quedado turulata leyendo la crónica, pues ignoraba yo por entero esa prolífica tradición detectivesca. ¡Quién lo diría, oigan! Y más aún, que la señora Ada fuese relegada en la etapa televisiva, como si el buen Carbonell pudiese descifrar un crimen sin la otra mitad de su ingenio. En fin, cosas veredes, Sancho… Mas celebro que en el cine se haya hecho justicia y se le devolviese su merecido lugar. Porque, vamos a ver, ¿qué sería del Gendarme Hulla sin su esposa o del propio Antracita sin la farola que le alumbraba? Pues lo mismo: nada de nada. ¡Voto a bríos, qué historia tan entretenida nos ha legado este linaje de sabuesos!

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  2. Interesantes las capas de ficción de Aragca.
    Celebro que a Ada se le haya devuelto el papel central que merece
    Saludos..

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