I.
Unidad 731, Marte.
La Ubervicaria de Colectiva Sororitas, Madame Ventalia de Escarmujo, se encontraba en una lujosa sala de espera. Estaba a punto de asistir a su audiencia con el Gran Concejo Editorial de Aragca. Sentía una mezcla de desdén y ansiedad, ya que debía presentarse ante "Los Once" para defender su caso.
Los Once eran diez delegados de diversas regiones del Imperio, con voz y voto. No obstante, los diez se subordinaban a la decisión final del Supremo Editor en caso de que alguna cuestión resultara especialmente complicada.
Cuando ingresó al Salón de Audiencias, le pareció un recinto bastante amplio. Los delegados estaban dispuestos en atrios elevados, cinco a la izquierda y cinco a la derecha.
La asistente de audiencias que la guiaba indicó a la Ubervicaria que se colocara en un pequeño cuadrado en el centro de la sala, equidistante de los atrios de los delegados. Frente a ella, observó un palco vacío ubicado varios metros por encima de toda la escena.
—Tiene usted la palabra, Ubervicaria —dijo uno de los delegados con un tono frío y carente de inflexión.
La Ubervicaria tuvo que aclararse la voz antes de hablar, ya que las circunstancias la hacían sentir como si estuviera compareciendo ante un tribunal acusador, lista para ser declarada culpable de un crimen atroz.
—Honorables miembros del Gran Concejo Editorial, comparezco ante ustedes porque vivimos tiempos muy inciertos que amenazan la estabilidad del Imperio. Si no se toman medidas urgentes y extremas, corremos el riesgo de desaparecer para siempre.
—El Imperio está en su mejor momento. Lo que dices es completamente ilógico —la interrumpió, visiblemente molesto, uno de los delegados.
—Es precisamente por eso que he solicitado esta audiencia. Si queremos preservar estos buenos tiempos, es necesario actuar de inmediato. Aunque hay prosperidad en todo el Imperio, también es cierto que el egoísmo ha comenzado a florecer en ciertos sectores. Una vez más, la sombra del crimen se cierne sobre nosotros.
—Ubervicaria, ahórrese los discursos. Indique claramente qué es lo que solicita de esta Asamblea.
—He venido a exigir justicia para una destacada miembro de Colectiva Sororitas.
— Colectiva Sororitas es una reliquia simbólica del pasado. Hoy en día no es más que una institución decorativa y obsoleta.
—Siempre que se descuida una institución como Colectiva Sororitas, el crimen se infiltra sutilmente en el Imperio.
—Ubervicaria, le recordamos ser explícita en su petición. Esta audiencia no puede prolongarse indefinidamente. ¿Qué desea? ¡Explíquese!
—Exijo justicia para Ada Escualor, una Hermana que fue asesinada en un callejón oscuro en circunstancias nunca aclaradas.
—Los eventos que menciona ocurrieron hace dos siglos, en un pasado remoto. Cualquier solicitud al respecto está fuera de nuestro alcance.
—Lo que pido es la resurrección de la Hermana Escualor. Nuestro mundo necesita una figura fuerte como ella para mantener el crimen bajo control.
—Lo que solicitas es absurdo e imposible. Desde que este Concejo existe, jamás se ha hecho una petición semejante.
—Me permito recordar al Gran Concejo que ha habido casos de resurrección en el pasado reciente, como el de Valeriano Sideral y Justicia Celeste, ambos paladines de renombre que aún sirven al Imperio. Todos saben que, si un personaje muere, siempre es posible resucitarlo, tal como ocurre en Aragca y otros lugares con villanos y héroes legendarios.
—La resurrección de esas personas fue una decisión directa de la corona. En el caso de Colectiva Sororitas, esta asamblea no encuentra motivos suficientes ni autoridad competente para resucitar a Escualor. Damos por concluida su audiencia, Ubervicaria Escarmujo.
—Un momento, no tan rápido, señores del Gran Concejo. Sabiendo que mi solicitud sería rechazada, recurro a esta asamblea como miembro de la casa Imperial. Todos saben que mi abuelo fue Virrey al servicio del Conde Valier.
—Esta asamblea no distingue entre un ciudadano común y uno con títulos nobiliarios. La dinastía Valier ya no existe, fue reemplazada por los Monteagudo, quienes a su vez fueron sustituidos por los Peñalumbría. Además, el título de Virrey no es hereditario ni de nobleza. Sin embargo, somos flexibles y justos, y en honor a su antepasado, esta asamblea convoca a sesión a "El Once", nuestra Suprema Editora.
En ese momento, sonó una fanfarria y, en el palco desocupado, apareció un grupo de porteadores ricamente ataviados, que transportaban en una litera romana una especie de sarcófago sofisticado. Detrás de ellos, caminaba una muchacha rubia vestida de manera sencilla.
—¡Todos de pie. Su señoría, la Suprema Editora del Imperio de Aragca! —anunció solemnemente uno de los delegados.
—Como es costumbre desde hace varias décadas, la Suprema Editora reposa en su sarcófago. Sin embargo, tenemos una intérprete que se encarga de la comunicación entre ella y esta honorable corte.
En ese momento, la joven rubia se adelantó y comenzó a torcer los ojos y hacer gestos como una médium invocando espíritus. Habló con una voz que sonaba como la de una hechicera anciana, lo cual incomodó tanto a los delegados como a la Ubervicaria.
—Conocí personalmente a Ada —empezó a decir la voz a través de la joven—. No puedo decir que fuéramos amigas íntimas, pero siempre la admiré. Me conmovió saber de su deceso, un evento que nunca se resolvió. Sin embargo, eso no justifica que podamos resucitarla. Tengo aquí el contrato que ella misma firmó, en el cual expresa su deseo de no ser resucitada bajo ninguna circunstancia. Debemos respetar su voluntad. ¡Es la Ley!.
Volvió a sonar la fanfarria y todo el cortejo se retiró tan rápidamente como había aparecido.
—¡La Editora Suprema ha hablado! —anunció uno de los delegados.
—¡La Editora Suprema ha hablado! —respondieron al unísono los demás, como si se tratara de una letanía.
—Ubervicaria, nieta del Virrey Valier. Su solicitud ha sido denegada.
Dicho esto, los delegados comenzaron a retirarse, dejando a Madame Ventalia de Escarmujo completamente sola. Ella también se dispuso a abandonar el salón, roja de furia.
II.
De vuelta en la Tierra, en el Castillo de la Colectiva Sororitas, en una de las cámaras secretas, la Ubervicaria habla en voz baja con una mujer misteriosa.
—¿Crees que El Concejo se tragó toda esa parodia de la resurrección?
—No lo sé, Hermana, pero de todos modos es irrelevante. Hemos confirmado nuestras sospechas.
—¿Detectaste su punto débil?
—Pudimos acercarnos lo suficiente a la Chica Rubia. Yo llevaba un disruptor de alta frecuencia, que operado a corta distancia, como en el Salón de Audiencias, me permitió notar una breve interrupción, apenas perceptible a simple vista.
—¿Entonces la rubia es un holograma, como habíamos predicho?
—Exactamente, no hay espacio para más dudas.
—Debemos separarla del sarcófago si queremos tener éxito.
—Por favor, procede con la siguiente fase del plan. Pero recuerda que, en el pasado, ideas similares costaron la vida a varias Hermanas, algunas de ellas extremadamente hábiles en su oficio.
—Tendré el mayor cuidado, Hermana Ubervicaria.