Tengo tanto dolor que no puedo escribir sobre este hecho, gracias a Dios existen personas que expresan mi sentir, cito a continuacion un articulo muy bien escrito acerca de este atroz crimen -crimen que esta lejos de finalizar-.
----
La masacre de los Awá: solo un tropiezo para los “humanitarios”
Por Jaime Restrepo. Director de
Atrabilioso
Las narraciones son impactantes: la masacre perpetrada contra los Awá por las Farc recuerda la antipatía que el grupo terrorista siente por la vida y lo bien entrenados que están sus integrantes del monte para asesinar sin derrochar los escasos recursos. Ya los miembros de las Farc saben que es necesario ahorrar munición y por eso utilizan el cuchillo o el machete.
Durante más de una semana hemos conocido detalle a detalle el crimen contra los Awá, cada uno más aberrante que el anterior. Los sectores afines al terrorismo tenían la esperanza de que las Farc mintieran una vez más y negaran la autoría de la masacre. Por eso, cuando se conocieron los primeros datos, Colombianos por la paz tuvo el cinismo de exigirle al Gobierno "el esclarecimiento total de los hechos, al mismo tiempo que solicita al Secretariado de las Farc un pronunciamiento público respecto de ese vergonzoso suceso".
Es decir: a las Farc les piden que se pronuncien, mientras que al Gobierno le exigen que esclarezca los hechos. ¿Qué quiere decir esta doble postura ética? Que todo estaba servido para que las Farc pudieran mentir a sus anchas y los Colombianos por la paz tuvieran la posibilidad de volver a hablar de los falsos positivos y del gobierno ilegítimo paramilitar que una vez más le mentía al país y al mundo sobre los crímenes altruistas de las Farc.
Lo cierto es que Colombianos por la paz es el colectivo cuyos miembros, individualmente, acumulan el mayor número de descalificaciones y señalamientos contra el Gobierno, por lo que extraña que de repente ese grupo decida exigirle al Gobierno una investigación que, ateniéndonos a los pronunciamientos sobre la falta de credibilidad de sus integrantes en el Gobierno, sería rechazada si culminaba con la acusación contra las Farc.
Sin embargo, el asunto que quedaba pendiente era que los mismos indígenas, y la ONIC, acusaban a los terroristas como autores de la masacre y sería de mal gusto que los Colombianos por la paz desconocieran los señalamientos provenientes de ese sector que se mostró tan solidario el año pasado con el intento de desestabilización y con los lineamientos del bloque intelectual de las Farc. Así las cosas, la situación era una encrucijada y por eso tenían que lavarse la cara con la exigencia al Gobierno.
Otra cosa pensaban los “intelectuales” de Anncol y los cabecillas de las Farc en el monte: había que voltear ante el público la autoría de la masacre dejándola como una consecuencia de las “equivocadas” políticas del Gobierno y nada mejor que culpar a la Política de Seguridad Democrática, y específicamente al tema de la red de informantes, como la motivación y justificación para la masacre.
Por eso no sorprende el comunicado del terrorismo cuando señala que la masacre “no fue contra los indígenas”. El viejo cinismo de las Farc sale a flote desde el título, pues lo que dicen entre líneas es que la masacre fue contra las políticas del Gobierno y que es accidental que sean indígenas, mestizos o negros los que hayan sido torturados y asesinados. Es tan colateral el daño que no mencionan el asesinato de dos mujeres indígenas embarazadas.
Luego las Farc comienzan a justificar su monstruosidad: “nuestras unidades guerrilleras detuvieron a 8 personas que recogían, por grupos, información sobre nosotros para luego llevarla a las patrullas militares”. Dicen los terroristas que los indígenas Awá hacían exploraciones, ubicaban a las Farc y luego transmitían la información al Ejército.
Es decir, el asesinar con cuchillo a un grupo de indígenas no es el asunto de fondo y no debe ser cuestionado: lo importante para el público, suponen las Farc, debe ser que esos infames indígenas, incluidos dos seres no natos (tenían siete meses de gestación) informaban al Ejército de los movimientos del terrorismo. Aquí la culpa pasa, como por arte de magia, de los victimarios a las víctimas y para rematar, al Gobierno que recibe la información para golpear a los criminales altruistas del monte.
Posteriormente los cínicos afirman que los ocho indígenas (es el número que reconocen las Farc y Colombianos por la paz) confesaron. Y esa supuesta confesión fue suficiente para que los atravesaran con cuchillo como escarmiento para aquellos que quieran ser informantes.
Luego los terroristas se atreven a denunciar la estrategia del gobierno de “involucrar a sectores de la población civil al conflicto armado y el trabajo militar a través de las recompensas, conformación de redes de informantes, familias en acción y demás ramificaciones de la política de guerra que practica el gobierno de Colombia donde coloca como escudo a los civiles y luego esconde la mano.” ¿Y qué opinan las Farc cuando son ellos los que involucran a la fuerza, bajo coacción o amenaza, a sectores de la población civil al conflicto armado? ¿Una sola palabra de Colombianos por la paz al respecto?
¡Ya está! El culpable es el Gobierno por las estrategias de la Política de Seguridad Democrática y por eso resulta importante que desde la civilidad se le exija a ese mismo Gobierno una investigación exhaustiva que debería terminar con una condena contra el Estado y una absolución a las Farc.
¿Y qué han dicho los Colombianos por la paz frente a semejante despropósito? Muy poco. Piedad Córdoba solo dijo que “el deceso de los aborígenes de la etnia Awá (hay que padecer una grave enfermedad moral y mental para calificar como deceso una masacre) es un tropiezo muy fuerte”… ¿Masacrar a por lo menos diez ciudadanos es solo un tropiezo? Naturalmente Piedad Córdoba no condena a las Farc, ni siquiera hace una leve recriminación y simplemente se apoltrona en la comodidad de confiar en que el señalamiento contra el Gobierno funcione y que los victimarios sean absueltos por cuestiones de altruismo.
A su turno, otro colombiano por la paz, Iván Cepeda, se pronunció con un cordial jalón de orejas contra las Farc. Cepeda dijo que “es un absurdo que las Farc, esté buscando un espacio político, porque asesinar personas y dirigir acciones contra la población indígena, lo único que puede lograr es cerrar las puertas en términos de un proceso político en Colombia y pensamos que ese no es el camino definitivo hacia la paz.”
¿Cómo así? ¿Son las Farc las que están buscando el espacio político o son los Colombianos por la paz los que lo están abriendo con sus cartas, comunicados y espectáculos mediáticos de liberaciones? ¿Acaso esa declaración no es una confesión de vinculación y complicidad?
El simple llamado de atención, tengan cuidado que si matan indígenas cierran las puertas de un proceso político, suena casi a felicitación si se compara con las declaraciones que el mismo Cepeda ha emitido contra el Gobierno y contra las Fuerzas Armadas. El vociferante Cepeda que vimos frente a la embajada de Costa Rica, cuando Mario Uribe intentó el absurdo del asilo, bajó las barbas y en tono comprensivo emitió su leve llamado de atención contra las Farc.
Cepeda exhibe sin pudor su doble estándar moral: por un lado les dice a las Farc que no lo vuelvan a hacer, algo así como los regaños cariñosos de un padre con sus hijos, mientras que al Gobierno lo ha catalogado con todos los epítetos posibles y a las Fuerzas Armadas les ha pedido prácticamente juicios sumarios contra los uniformados que han cometido delitos atroces.
En lugar de los pronunciamientos indignados por ser considerados como el bloque intelectual de las Farc, si Colombianos por la paz quisiera desmarcarse de ese señalamiento hubiese condenado enérgicamente a las Farc y les hubiera pedido que entregaran a los asesinos ante la justicia como condición inmodificable para continuar con el “diálogo epistolar”… ¡Pero qué va! Eso es pedirles demasiado.
----
Otros articulos sobre el tema:
Semana:
Los Awá comunidad sitiada por la violencia
Cabildo Indigena: ¿Por que masacran a los Awá?
International News: FARC admits Awa deaths
Awa Killed by FARC Guerrillas
El Tiempo:
Otro Crimen Atroz