Zaida se despertó sobresaltada diciéndome — ¡Mi hermana Ada Escualor, está en peligro, debo salvarla!
— Es mejor que no intervengas, querida mía — le aconseje para calmarla porque la note muy angustiada
— Ada corre un peligro muy grande, solo yo puedo salvarla de lo que va a ocurrirle
— Cualquier cosa que intentes se verá como un "Deus ex machina" y eso ya no le gusta a los lectores, quizás en los tiempos de los libros de caballería el recurso era legítimo
— Comprendo lo que dices, hermanita, pero si dejo que Ada muera la cosa quedara aún peor porque tendríamos que sustituir a la pelirroja con alguna otra persona a fin de que la historia continúe, quizás Doris sea la candidata ideal, pero supongo eso pondría de muy mal genio a los lectores que han ido siguiendo el misterio del crimen de los jueces del reality, además de que generaría un conflicto entre dos camaradas que se llevan bien como son Carbonell y Boris.
— Comprendo el punto, pensé que le tenías antipatía a Ada, pero a mi también me revuelve el estómago pensar que Doris sea quien resuelva el caso
— Amelia, qué inocente eres, no es que ahora le haya agarrado simpatía a ese marimacho pelirrojo que tanto admiras, lo que ocurre es que más vale malo conocido que bueno por conocer: a Ada ya la conozco y tolero, pero si aparece Doris tendría que adaptarme a una nueva persona y empezar de cero.
— Que picara eres, bueno, si es así, creo que deberías intervenir, pero sin que se note, busca ser sutil y que parezca algo casual, si es el caso de que debas actuar para evitar que Ada muera.
— Bravo Amelita, veo que me entiendes, precisamente TÚ serás mi instrumento para cambiar el curso de los acontecimientos, te daré una carta la cual tendrá mi firma y sello para que se la entregues personalmente a la detective de pacotilla, asegúrate de que la lea y así ella podrá tomar precauciones, de modo que cuando llegue el día y momento señalado no sucumba como tonta.
— No había leído la letra menuda del contrato, pero está bien, si puedo ayudar a mi otra hermana, todo está justificado
— ¡Qué divertido es jugar con el destino de los personajes de una novela! —exclamó Zaida llena de gozo, imaginando las posibles reacciones de los lectores al ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. —¡Que comience el juego!