Gallinardo

Una vez que la simulación estuvo lista y funcionando a escala real en el hiperespacio, Zaida y el Cíclope decidieron retomar sus caminos. El caballero regresó a las dimensiones límbicas, aconsejándole encarecidamente a Zaida que volviera a la Galaxia de Andrómeda, que ya estaba bastante cerca, casi que a tiro de piedra. Sin embargo, la chica ignoró la sugerencia y retornó a su hogar en el Monte Olimpo de Marte.

Un día cualquiera, mientras practicaba una compleja pieza musical, escuchó un golpe en la puerta. Al abrirla, se encontró con un cortejo de personajes de aspecto sombrío, rozando lo solemne. 

—¿Es usted Zaida Simula? —preguntó una especie de ser humanoide mitad pavo real/mitad albino, que se identificó como: Gallinardo de las Plumas Cósmicas, Alcalde del Crimen.  

—Sí. ¿Qué desean?  

—Está usted arrestada por el grave delito de poseer una simulación no autorizada.  

—Mi simulación es un asunto privado.  

—No del todo. Sabemos que no es tecnología humana, sino alienígena. Y eso, señorita, es un delito de alta gravedad. Con pena de cárcel y, posiblemente, sentencia de muerte. Ademas esta ejecutando en paralelo múltiples versiones de Aragca, lo cual es un agravante. Y hay testigos de que usted asesinó a un monito Titi, que es especie protegida por la Leyes Solares, por estar en vías de extinción.

Zaida trataba de asimilar las palabras que dijo el siniestro personaje, cuando uno de los gorilas del séquito sacó una macana de goma y le propinó un porrazo en la frente. Cayó al suelo, fulminada e inconsciente.

Cuando despertó, en Mimas, descubrió que estaba atrapada en un cepo de madera que inmovilizaba sus manos y cuello, impidiéndole cualquier gesto mágico. Estaba sola. Descalza. Abandonada. Proscrita. Desterrada. Le habián colgado un grosero letrero en el pescuezo con las palabras: "He pecado".

Usualmente, una persona normal en Mimas moriría en menos de cinco segundos debido a las condiciones extremas de aquel lugar. Pero Zaida llevaba en su cinturón un dispositivo que generaba una atmósfera personal y la protegía de la radiación. Era el estándar para sobrevivir cómodamente en Marte y tenía una duración aproximada de 24 horas antes de requerir recarga. Sin embargo, las condiciones de Mimas eran mucho más hostiles. 

El cinturón comenzó a emitir alertas: quedaban menos de 30 minutos de batería. Zaida entró en pánico. Sabía que iba a morir de forma atroz. Se dejó caer, arrastrándose por el suelo inhóspito, llorando primero con lágrimas y luego sin ellas.  Suplicó en vano por ayuda y perdón.

Cuando faltaban tres minutos para el final, decidió calmarse. Aceptó su destino. Allí, tendida sobre la gélida superficie de Mimas, entró en un estado de meditación y relajación profunda.  

El cinturón anunció la cuenta regresiva: 10 segundos, 9, 8, 7...  

Cuando llegó a cero, simplemente murió.  

No hubo túnel de luz. Nada. Solo la acostumbrada oscuridad de Mimas y la indiferente presencia de Saturno, observando con calma. 

—¿Así que esto es morir? —se preguntó Zaida al darse cuenta de que ya no tenía el cepo. Llevaba un vestido blanco, parecido al de una novia, y podía ver el desolador horizonte de la luna. Frente a ella estaba su propio cuerpo inerte.  

Se inclinó para tocarlo. Intentó acariciar el rostro del cadáver, pero la mano lo atravesó sin sentir nada sólido.  

—¿Me he convertido en un fantasma?  

No hubo respuesta. Nadie la escuchaba.  

Consciente de su nueva condición, decidió vagar por la superficie de Mimas. Dio varias vueltas, de polo a polo, hasta que, de repente, sonrió y dijo en voz alta:  

—Al menos, no tengo que arrancar baobabs.  



El Origen secreto d'Aragca 6.66

El Cíclope acababa de arrancar la simulación  (que no es un Cíclope griego, ya que tiene dos ojos, debido a que nunca le vendió uno a los dioses. "Cíclope" es tan solo un apodo con el que lo conocen sus más íntimos amigos) cuando apareció Zaida y quedo encantada con lo que veía en la consola, tanto así que decidió meter la mano para agarrar a un miquito titi simulado que andaba un poco despistado, pero al intentar sacarlo fuera de la pantalla, el animalito simplemente se desintegró.

— Los “objetos” de la simulación no pueden existir en nuestra realidad, son píxeles y requieren estar conectados a la electricidad, al sacarlo queda "zafado" de la fuente de energía y por eso se desaparecen — le explico el Cíclope a Zaida, que se notaba un tanto afligida por lo ocurrido al titi.

— ¿Quiere decir que sin querer lo mate?

— Técnicamente, los objetos de la simulación, NO están vivos, lo que ves en los monitores es tan solo una representación visual. El “verdadero” ser de esos objetos está almacenado en unos y ceros en las memorias de los computadores que hacen posible la simulación.

— Capto la idea. ¿Quiere decir que no hice nada malo?

— Si te preocupa mucho esa entidad, puedo devolver la acción al instante exacto antes de que metieras la mano.

— Si porfa, procede tal cual  dices, me siento algo culpable.

El Cíclope accionó unas palancas y engranajes de la consola y el miquito reapareció, intacto, como si Zaida nunca hubiera intervenido.

— Gracias, dejemos, pues que el bichito cumpla con su ciclo. ¿Podrías aumentar ahora la velocidad del mundo? Digamos que por cada segundo nuestro pasen 10 años. Quisiera ver a los monitos ya convertidos en humanos.

— No hay problema — dijo el Cíclope — mientras se disponía a mover manivelas, apretar tornillos e hinchar varios fuelles de aire,  para dar gusto a Zaida con el extraño requerimiento.

— ¿Ya está funcionando como quiero?

— Viento en popa, de hecho acaban de entrar en la Edad del Bronce.

— ¡Fantástico!, déjame los miro más de cerca — exclamó Zaida metiendo al mismo tiempo la cabeza en la pantalla, fue tan súbito el movimiento que el Cíclope no pudo detenerla.

Para los habitantes de Simula IV, ese día fue memorable. Desde el punto de vista de ellos vieron como apareció entre las nubes una cara gigante, de aspecto más bello que los ángeles, pero aun así un evento aterrador. Muchos creyeron que era el fin del mundo anunciado por los grandes sabios de la antigüedad, otros  se postraron al suelo y comenzaron a recitar oraciones, el pánico era generalizado. Zaida al ver tamaña confusión trato de decir unas palabras para calmarlos, pero su voz dentro de la simulación salió distorsionada produciendo un sonido semejante a un volcán en erupción. El pandemónium fue total y Zaida un poco consternada saco rápidamente la cara de la pantalla.

— Creo que se me había olvidado mencionarlo, pero entre menos uno interactúe con los personajes del mundo simulado mejor les va a ellos. A mí también me pasaron situaciones como esas en mis primeros ensayos con esta tecnología —indicó con tono pedagógico el Cíclope.

— Vaya que ha sido muy intenso, ¿qué ha ocurrido?

— Pues mientras estamos hablando, en el mundo ha transcurrido tiempo suficiente como para que se desarrollen varios cultos y teologías acerca de "La Dama en las Nubes", hasta estatuas tuyas de oro puro han levantado por doquier. Precisamente ahora hay una guerra entre aquellos que creen que la aparición de la cara gigante no es más que un mito inventado por los ancestros contra la facción que espera pronto tu regreso.

— ¿Entonces crees que debo volver a meter la cara de nuevo a ver si dejan de pelearse?

— Como te digo, lo mejor es que te escondas e interactúes de manera más indirecta con los "simulitas"

— ¿Simulitas? 

— Así han decidido llamarse ellos como especie que domina dicha realidad.

— ¿A qué te refieres con métodos indirectos?

— Supongo que lo mejor es crear un carácter dentro de la simulación que tenga ciertas características de esa "Dama en las Nubes".

— Si podemos intervenir, significa que no necesariamente esta simulación tiene que ajustarse a como ha sido la historia de la Realidad en la que vivimos nosotros.

— Ciertamente. ¿Tienes pensado algo al respecto?

— Bueno si ya he alterado el curso de la simulación ¿qué más daría hacer un ligero cambio geopolítico?

— Soy todo oídos, "dama de las nubes"

— ¿Qué te parece si variamos la historia de América, creando un país que se mantenga en Monarquía a lo largo y ancho de la Historia?

— Suena raro, pero me parece intrigante, ¿Cómo sería eso? ¿Deseas crear un reino tercermundista?

— Por supuesto que no, es más, todo lo contrario, deseo que me hagas una Monarquía apenas se descubra América, debe ser un país próspero y opulento, capaz de colonizar Marte en siglo XXI.

— ¿En qué parte de América lo pondrías?

— Buena pregunta. A mi parecer podemos quitarle un buen pedazo al Brasil que está bastante gordito y pensándolo bien NO debería siquiera existir.

— Buena elección y ¿qué nombre le pondrías?

— Aragca

— Parece una palabra indígena, ¿qué significa?

— Es un acrónimo toponímico, de Aragón y Castilla

— ¡uyy!, te sigo, querida, ¿qué más se le antoja a la Chica del Aire?

— El país debe contar con Reyes, Príncipes, Condes, brujos y hechiceros de gran renombre, y por encima de todo que hablen sin tildes, dales una ortografía propia de ellos.

— ¿Alguna religión en particular?

— Sí, que al principio sean Protestantes, pero con el paso del tiempo quiero que aparezcan otros cultos principalmente basados en mí.

— Me parece lógico, ¿se te ocurre algo más?

— ¿Puedes hacer que en tiempos modernos, digamos durante la era de Internet aparezca una audaz pareja de policías, que se llamen Boris y Doris?

— Los detectives son mi especialidad, querida. Pero el nombre elegido no me gusta, suena a cliché trasnochado

— ¿Entonces Ada Scully y Carbonell, te suenan mejor?

— Scully me suena a una sirvienta que lava platos, mejor usa Escualor, que le da un toque más serio y un tanto retorcido. ¿Carbonell tiene nombre?

— Puedo ponerle uno, pero de momento nada se me ocurre.

— ¿Y qué has pensado para ti?

— Si puedes hacer una Zaida Simulada, envíala al siglo XVII allí quiero construir una Casa de Nobles, llamada los Valier.

— Se puede hacer, pero ten en cuenta lo siguiente: tu “avatar” estará sometido a las mismas limitaciones de los nativos de la simulación: Vivirá, sufrirá, envejecerá y morirá como todos los demás.

— Está bien, supongo cada cierto tiempo puedo “reencarnar” al dichoso avatar

— Puedo hacer eso que propones y mucho más, déjame ajusto varios controles, por aquí y por allá, y todo quedaría tal como lo has planeado — dijó el Cíclope mientras alistaba un pesado martillo, un kit de destornilladores, llaves de plomería, arandelas y tuercas de varios calibres.

— No te preocupes yo también sé cómo hacerlo — aseguro Zaida y con destreza movió las perillas de 4 válvulas colocándolas en los siguientes valores: U, 7, 3 y 1. En ese momento varios engranajes se detuvieron por unos segundos, las máquinas chirriaron un poco y en la pantalla se vio como Santillana descendía por primera vez en Aragca.

— Me asombras, Mujer. Me ha tomado varios años poder perfeccionar el arte de las simulaciones y tú apenas llevas unas horas en ello y has logrado una configuración bastante difícil calibrando un par de cosillas.

— Sé algo de magia gris.

El Cíclope quedó intrigado, nunca supo si de verdad Zaida tenía los conocimientos mecánicos necesarios o si fue un golpe de suerte, supuso que probablemente ella le había leído de alguna manera la mente para extraer la pericia y habilidades requeridas. Solo por si acaso, sin que ella lo notara ajustó ciertos controles en su casco a modo de evitar infiltraciones telepáticas. Se preguntaba a sí mismo: "¿hasta dónde Zaida podría llegar si le diera completo control de aquel mundo simulado?"

Zaida  notó que el Cíclope parecía tener espasmos de escalofrío, y eso la hizo sonreír.



Viaje a Simula IV



Como era costumbre, el cortejo que transportaba en una de esas literas romanas a la "Suprema Editora", en las calles trazadas sobre el Monte Olimpo, en Marte, hacía su pomposo desfile alrededor de las 10 a. m. Llevaban trompetas para anunciar a los cuatro vientos que se abriera paso a su Excelencia.

Aquello que cargaban los del cortejo era una cápsula electrónica muy parecida a un sarcófago, en la cual iba en perpetua hibernación el cuerpo de la "Suprema Editora". Cerrando el grupo de personas iba una chica rubia, muy modesta, que parecía ir bastante atenta a su entorno. Nada ocurría sin que ella lo supiera.

Fue ella la primera en notar la amenaza que se advertía en el horizonte marciano: un grupo de mujeres en motocicleta se acercaba rápidamente. Con excepción de la rubia, nadie iba armado en el cortejo; las medidas de seguridad en aquellos días eran escasas o nulas, pues la criminalidad había sido eliminada.

Pero estas no eran motociclistas cualquiera: se trataba de un escuadrón de 8 «Avispas», una de las facciones más eficientes y sanguinarias de la Colectiva Sororitas, que también operaba en diferentes colonias a lo largo y ancho del sistema solar.

Les bastó algunos segundos para poner fuera de combate al cortejo, con excepción de la rubia, que blandía una especie de lanza, similar a la que alguna vez usaron las guardias imperiales de China. Alcanzó a poner fuera de combate a dos o tres Avispas. 

La rubia se movía rápido y con elegancia, pero las Avispas habían previsto esa posibilidad y venían preparadas: en el piso colocaron una especie de parlante que emitió un sonido de alta frecuencia dirigido a la rubia, la cual se disolvió apenas la tocó la onda sonora.

El sarcófago quedó de ese modo expuesto, sin defensa. Una de las Avispas sacó un martillo grande, digno de un albañil curtido y especializado en demolición  y comenzó a darle brutales golpes a la tapa, pero no logró mayor éxito. Fue entonces cuando una de ellas indicó que era mejor usar un taladro neumático. Querían abrir la cápsula y llenarla de ácido para eliminar “aquello” que estuviera dentro del sarcófago.

Cuando ya casi estuvieron a punto de romper el sarcófago, apareció de la nada una nave gigantesca que cubrió el cielo marciano. Las Avispas se detuvieron por completo, pues nunca se había visto una nave similar: la nave terrestre más grande no tendría más allá de 300 metros. Pero aquello que tenían enfrente podía medir varios kilómetros, casi tan grande como una luna pequeña.

De la nave salió un rayo que capturó el sarcófago y, así como apareció, desapareció del cielo marciano.

En lo profundo del hiperespacio, el piloto de la nave se dirigió a la bodega donde había transportado la preciosa cápsula. Con habilidad conectó algunos dispositivos al sarcófago y logró abrirlo. Dentro había una figura humanoide, de aspecto momificado. 

El piloto roció cuidadosamente con un spray el cuerpo de la momia, y esta abrió los ojos e intentó agarrarle la garganta con unos brazos flacos apenas cubiertos de carne azulosa. La acción duró unos segundos; la momia soltó el cuello de su presa y colapsó en un sueño profundo. Sin embargo, el piloto tocó su garganta con cierta incomodidad. Continuó rociándole diferentes líquidos, y lo que antes parecía un mero esqueleto forrado en jirones de carne podrida comenzó a tomar vida. Poco a poco dejó de ser un cuerpo decadente y decrépito para convertirse en una mujer muy similar a la rubia que la había escoltado. Tenía ahora un cuerpo bello y vigoroso. El piloto volvió a intentar despertarla. Fue entonces cuando escuchó una voz ruda de ultratumba que salía de la ex-momia:

—¡Cíclope!



—Acabas de sufrir un atentado. Iban a derretirte con ácido; si yo no aparezco para interrumpir la fiesta, en este momento serías un mero recuerdo, querida Zaida.

—¿A quién se le ocurrió esa genial idea?

—Al escuadrón de Avispas de la Colectiva Sororitas.

—¡Ja! Eso sí que es nuevo. Me parece bastante divertido. Yo misma las fundé en 1666, y mira a dónde han llegado. Se han tomado Marte, según creo.

—No solo han atacado en Marte. La rebelión de la Colectiva Sororitas está ocurriendo en todos los planetas y colonias terrestres. De Mercurio a Marte y algunas operaciones mineras en los asteroides, en estos momentos deben estar ya bajo su control.

—Es una mala noticia. Esas carniceras impondrán un régimen totalitario. Básicamente estamos viendo cómo la humanidad colapsa. Nunca podrán dominar el viaje interestelar mientras estén bajo el yugo de esas damas.

—Le ha ocurrido a muchas otras civilizaciones. No debemos intervenir; debemos dejar que la humanidad resuelva sus problemas por sí sola.

—Si esas reglas son tal cual, pues me siento algo responsable. Fue a causa mía que se formó la Colectiva Sororitas, y por siglos, secretamente, yo las influenciaba y apoyaba con mis recursos y conocimientos.

—Precisamente la regla de no intervención existe para evitar estas situaciones. Si tú interviniste, su historia ahora comienza a mezclarse con tu destino.

—No he sido la única que ha metido la nariz en la humanidad. Tú también tienes tratos a través del espejo con brujas y hechiceras.

—Cierto. Es por eso que siempre cobro un precio alto. De ese modo no me quedan "karmas" abiertos.

— Colectiva Sororitas fue una buena idea, aunque les di bastante libertad y ya en el pasado han hecho algunas cosas con las que no estoy de acuerdo. Tú tienes tecnología, ¿verdad? Bueno, envíame al pasado y yo arreglo todo.

— ¡Zaida, por favor! Toda persona razonable sabe que el viaje en el tiempo es una imposibilidad, es como si dijéramos que en algún lugar todavía Roma está invadiendo España o que en alguna parte están crucificando a Jesús. Eso implicaría que tendrían que existir múltiples copias de este universo, una por cada instante de tiempo, lo cual es un absurdo. Además de ser innecesario.

— No me trates como si fuera estúpida, sé perfectamente que no se puede retroceder en el tiempo, pero repito: TÚ TIENES TECNOLOGÍA. Yo tengo magia; juntos podemos hacer algo para resolver este problemilla.

— Todo tiene un precio, querida.

— Bueno, ¿qué te parece si asumo el aspecto de una hembra de tu especie? ¡Y con los dos ojos! Tal como eran los cíclopes antes de venderse a los dioses griegos.

— Es una idea atractiva. En ese caso, puedo ofrecerte lo siguiente: poseo un antiguo computador cuántico de mediados del siglo XXI que contiene una simulación bastante buena de la Tierra , ... , hecha con Minecraft. La llamo Simula 3.0.

— ¿Minecraft?

— Sí, es bastante completa. ¿Quieres verla?

— Por favor, me muero de las ganas.

El Cíclope accionó unos controles en uno de sus brazaletes, y en un monitor Zaida vio la simulación y comenzó a interactuar con ella.

— ¿Esta simulación a qué tiempo está sincronizada?

— Tenemos disponible desde la fecha de la fundación de Aragca hasta más o menos las tres de la tarde del 22 de marzo del 2200.

— Me doy cuenta de que la simulación no es una copia fiel de la realidad. Los habitantes son cuadrados y el mundo en sí es plano. Solo existe un disco que sería la Tierra y dos luminarias: una para el Sol y otra para la Luna, que giran alrededor del disco. Las estrellas son meros puntitos luminosos, y todo está dentro de una expansión de aire rodeada por un montón de agua arriba y abajo.

— Bueno, es lo mejor que tengo, armé el mundo en seis días. Tómalo o déjalo.

— Puedo arreglar tu simulación con algo de magia.

Zaida dijo esto último haciendo un pase mágico, y en la pantalla de la simulación el mundo dejó de verse al estilo de un software. Ahora se parecía mucho más a la realidad. Era tan preciso que el Cíclope dejó escapar algunos sonidos de admiración.

— Pon la época del simulador en 1914. Quiero ir a la Primera Guerra Mundial; después de eso me encargaré de arreglar el lío de Sororitas con el par de detectives que liquidaron.

— ¿Piensas resucitar a Carbonell y Ada Escualor?

— Técnicamente no sería resurrección, porque estaría simulando el pasado de ellos. Simplemente intervendría para que no mueran.

— Es un buen plan. Pero hay una restricción: tú no puedes meterte dentro de la simulación.

— Entiendo. Tenemos que crear una Zaida simulada que esté en comunicación conmigo para que sepa qué hacer.

— Podemos asistirla a través de los espejos.

— Muy bien. ¿Cuánto tiempo tardaría en simularse lo que va de 1914 hasta, digamos, mediados del siglo XXI?

— Para la gente que está dentro de la simulación, experimentarán el paso del tiempo creyendo que han transcurrido varias décadas; vivirán y envejecerán en consecuencia.

— ¿Y en tiempo real?

— Para nosotros será como unas diez horas, tal vez menos.

— Muy bien, hagamos como he dicho, y mientras pasa el tiempo puedo mostrarte todos mis conocimientos acerca de la anatomía ciclópea.

— ¡Trato hecho!


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Anterior: 

Ubervicaria

Colectiva Sororitas

La esfera

Escape de mimas

El rostro del Ciclópe

Para la mas bella

Año 1666:

En alguna Pirámide de La Logia de Hechiceras del Sur  se han reunido la Gran Abadesa y su sucesora.

— ¿Maestra, que contiene esa cajita de oro?, no es muy grande, cabria fácilmente en mi mano. 

— Materia Onírica, no la toques. Solo pueden portarla hombres, si una mujer la abre se escaparía ese fluido y le darían pesadillas a ella durante toda la vida. Encarga de ese trabajo a Adonis Irresistible, el sabrá que hacer.

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En el Maraverso, en nuestro presente, en un salón muy lujoso se lleva a cabo la Gala de Celebración del cumpleaños de Atalanta. Han acudido varias personalidades, heroínas y villanas, así como las actrices que las interpretan.

Atalanta comienza a destapar los regalos y de repente dice:

— Y aquí hay una cajita de oro que no tiene nombre y tan solo dice "Para la más bella". Supongo es una cortesía elegante para conmigo, modestia aparte.

— ¡Hey!, aquí hay muchas chicas hermosas, esa cajita podría ser mas bien para mí, por ejemplo — dijo en tono de broma  Anita Zinc.

Y dicho eso comenzaron a oírse varias voces de las allí reunidas reclamando la propiedad de la cajita, y de las voces y los gritos todo escalo en una gresca en donde algunas se tiraban del cabello y otras ejecutaban sendas piruetas de artes marciales.

Sin embargo, en medio de la dantesca conflagración, nadie noto que una modelo que alguna vez audicionó sin éxito para el rol de Octavia se dirigía directo hacia Mara Laira portando un picahielo, tratando de perforarle el corazón.  La locutora alcanzó a esquivar el puntazo, pero con tan mala suerte que lo desvío y se le clavó en la garganta. En ese momento un grito de Duality puso fin a la contienda. La aspirante a Octavia parecía como hipnotizada. Héctor Lestrade trato de quitar el punzón del cuello de Mara Laira, pero varias personas le sugirieron que era mejor llamar una ambulancia y dejar que los médicos la atendieran. Y así lo hicieron, los paramédicos llegaron en menos de 5 minutos.

El conductor de la ambulancia tenía una escarapela que lo identificaba como el Doctor Adonis Irresistible, el cual observo rápidamente a Mara Laira, y anuncio: 

"Es una herida limpia, parece no comprometió nada vital. No se preocupen, nosotros nos encargaremos de esa garganta, en un par de semanas su amiga estará como nueva".

Acto seguido las 4 ayudantes de Adonis pusieron en una camilla a Mara Laira, la subieron en la ambulancia y desaparecieron con ella en el pesado tráfico de la ciudad.

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Relato para participar en el Reto Juevero,  La caja Misteriosa, de Noviembre 7/2024. Anfitrión "El Demiurgo de Hurlingham":

Escribir un relato o poema, en que haya una caja, en un sentido amplio de la palabra. Puede ser una pequeña caja,  una caja de zapatos, un cofre de joyas, el cofre de un tesoro, una caja de seguridad.

Seguir este enlace para ver los detalles de la convocatoria y otras participaciones

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Ilustración de "The Hostile Hospital"

Colectiva Sororitas

Parada en la ventana trasera de una lujosa mansión, la hija de Carbonell, como de costumbre, contemplaba a lo lejos a su padre cerca de la orilla del lago. Era una mañana tan hermosa y cálida como el panorama que tenía ante sus ojos. No tenía más de tres años. La escena idílica se interrumpió cuando la niña notó un helicóptero aproximándose desde el horizonte y descendiendo cerca de su padre. Observó cómo un hombre formalmente vestido, con gafas oscuras, se dirigía hacia él. Detrás de él, descendió una mujer de aspecto serio, vestida de manera similar, quien se encaminó hacia la casa. Era la detective a la que llamaban "Barracuda Blanca", la favorita de la niña. Verla la alegró, pues suponía una tarde plena de acción. La Barracuda solía enseñarle técnicas de defensa personal y manejo de armas, además de contarle historias sobre las aventuras de su padre y sus colegas. Estaba tan feliz que no notó que su padre había abordado el helicóptero, que rápidamente ascendió y desapareció entre las nubes.

El viaje a Puerto Industrial le tomó a Carbonell al menos tres horas. Al llegar, descendieron en un aeropuerto militar, donde los esperaba un vehículo blindado similar a una limusina presidencial, rodeado de escoltas en motocicleta y vehículos fuertemente armados, como los que usan los bancos para trasladar grandes sumas de dinero. Como de costumbre, Carbonell abordó la limusina y se dirigieron hacia el edificio de la Alcaldía en el centro de la ciudad.

El sitio estaba acordonado. Carbonell vio que en una callejuela frente a la alcaldía se encontraban varios efectivos del escuadrón forense local. Con esfuerzo, se abrió paso entre la multitud de curiosos tras las barreras de la policía. Se identificó ante los guardias, quienes lo dejaron pasar.

Casi al final de la callejuela yacía un cuerpo cubierto con sábanas reglamentarias. Carbonell se acercó y se inclinó para destapar con cuidado el rostro y así identificar a la víctima.

—Yo no haría eso —advirtió una voz femenina, en tono firme. La mujer usaba gafas oscuras y una pañoleta, claramente intentando ocultar su identidad—. Sé de lo que hablo; no hay nada peor que identificar a un occiso conocido.

—¿Doris?

—Vine tan pronto como me enteré. Le dispararon por la espalda —dijo Doris, acercándose a Carbonell y ayudándolo a incorporarse—. Tienes que ser fuerte, Guerrero; todos hemos perdido seres queridos en esta profesión. Primero fue Boris, y ahora Ada.

—Juro que encontraré a los culpables y los haré pagar —exclamó Carbonell mientras se ponía de pie, sin haber alcanzado a verificar la identidad de la víctima.

—Deja que el equipo de forenses se encargue de recoger la evidencia. Sabía que estarías aquí. No estoy asignada a este caso; sin embargo, no tienes que investigar mucho. Sé exactamente quién lo hizo.

—¿Qué dices?

—Comisionado Carbonell, si me lo permites, prefiero hablar de esto en privado, en un lugar donde no haya testigos y nadie pueda rastrear lo que te digo. Conozco un parque cercano. Escucha lo que tengo que decirte, porque regreso a la capital hoy mismo. Técnicamente, nadie sabe que estoy aquí.

Carbonell dió algunas instrucciones a los efectivos policiales y se dirigieron al parque que ella había mencionado. Se sentaron en un banco discreto, alejado de la vista de los transeúntes.

—Muy bien, te escucho, inspectora.

—Ada no fue asesinada.

—¿A qué te refieres? Acabamos de dejar su cuerpo en ese maldito callejón.

—Ada fue ejecutada —replicó Doris, sin hacer caso de las objeciones de Carbonell.

—Ejecutada o asesinada, no hay diferencia. Ella ya no está, y lo único que podemos hacer es encontrar a los responsables de este crimen. Es lo mínimo que podemos hacer. Ada habría hecho lo mismo por nosotros si las cosas fueran al revés.

—Precisamente por eso quiero que escuches bien lo que voy a decir.

—Habla, entonces. De todos modos, no era un secreto que tú y Ada no se llevaban bien; eran más rivales que compañeras.

—Eso no es del todo cierto. Ada y yo éramos como hermanas, pero debimos asumir ese papel de enemistad para protegernos a nosotras y a todo el equipo.

Carbonell guardó silencio, reflexionando sobre esas palabras. Hizo un gesto para que continuara. Doris cerró los ojos un instante y respiró hondo.

—¿Qué sabes de la Colectiva Sororitas? —le preguntó, mirándolo directamente a los ojos.

—Es un grupo de trabajadoras sociales —replicó Carbonell con tono displicente.

—Trabajadoras sociales de cárceles, específicamente para los condenados a muerte —añadió Doris.

—Sí, ayudan a los condenados a aceptar su destino, ofreciendo asistencia psicológica para que sufran lo menos posible desde que conocen la sentencia final hasta su cumplimiento.

—Es cierto, pero hay algo más. Las ejecuciones en Aragca no son públicas. Las personas encargadas de llevar a cabo la sentencia, es decir, lo que en otros países se conoce como verdugos, aquí son un equipo de Ejecutoras. El día y hora señalados, la Ejecutora que lleva una capucha tradicional del oficio, revela su identidad al condenado, quien entonces reconoce a la trabajadora social que lo asistió. Es un toque macabro, pero así ha sido la tradición por siglos.

—Vaya, no lo sabía. Siempre pensé que los verdugos eran personas con un oficio algo repugnante. ¿Cómo sabes todo eso, y por qué me lo cuentas justo ahora?

—La Colectiva Sororitas es más que un grupo de verdugos. Es una red de espías internacionales, altamente entrenadas, infiltradas en todos los niveles sociales.

—¿Y fue esta red de espías la que "asesinó" a Ada? —dijo Carbonell, enfatizando las últimas palabras.

—Ejecutada —corrigió Doris—. Es un caso que no debemos investigar y que no podemos resolver.

—Estás delirando. Si esa red de asesinas está involucrada, la enfrentaremos. Recuerda que hemos resuelto misterios de alto calibre: acabamos con el Dinamitero Loco, resolvimos el Caso de los Jurados del Reality, desmantelamos la Maventi-Gumi amos de la mafia internacional, acabamos las andanzas de Múltiple Serial y detuvimos a Dedos de Platino cuando quería conquistar el mundo. Esa red no me asusta.

—Lo sé muy bien. Sé que no hay forma de detenerte hasta que halles a los culpables. Por eso estoy aquí.

Al terminar de hablar, Doris, súbitamente, accionó su pistola con silenciador y disparó a la cara de Carbonell, quien cayó fulminado instantáneamente. 

En ese mismo instante Barracuda Blanca que estaba jugando con la niña, recibió una llamada, no se molestó en contestar, simplemente saco un cuchillo y degolló hábilmente a la pequeñuela, limpió la hoja con los mismos vestidos de la criatura y salió de la casa sin siquiera preocuparse por cerrar la puerta. Afuera, enfrente de ella, se encontraba un helicóptero que la transportaría lejos de allí.


FIN

Umbral al pasado

Ada se encontraba siguiendo una pista en un callejón oscuro. En el extremo abierto de aquel lugar se erguía un edificio de unos cinco o seis pisos, la sede de la alcaldía municipal. Ada pudo ver que en el último piso había una ventana abierta. Hacia el otro extremo, solo había una muralla de ladrillo, cubierta de grafitis inconclusos e indescifrables, un tanto obscenos para su gusto.

Con algo de desconfianza, se adentró en aquel callejón de pesadilla, frío y maloliente, en dirección a la muralla. Por alguna razón, sintió un escalofrío, era la sensación de ser la presa de un cazador.

Por instinto y por la habilidad que da el oficio de detective, se giró rápidamente, desenfundando su pistola y apuntando hacia la misteriosa ventana.

Pero no había nadie; de hecho, la ventana ya estaba cerrada.

Ada se sintió algo confundida, como si no debiera estar allí, casi como si acabara de nacer. Sin embargo, la sensación de ser observada la perseguía e incomodaba. Intrigada, decidió abandonar el callejón y dirigirse hacia el edificio.

Al cruzar la puerta, se encontró con alguien de su pasado, alguien a quien ya había olvidado por completo.

—Carbonell. Qué sorpresa, ¿qué haces en mi ciudad?

—¡Ada! Qué alegría verte de nuevo. Estoy en un asunto oficial, nada importante.

Se dieron un abrazo ligero, de cortesía; ella notó que Carbonell protegía su brazo izquierdo, en un gesto casi imperceptible, pero no para el ojo entrenado de Ada.

—Voy algo retrasado; debo tomar el tren de regreso a la Capital. Me gustaría quedarme a hablar contigo, pero ya sabes cómo son estas diligencias, con sus horarios tan apretados —se excusó.

—Oh, te entiendo perfectamente. De hecho, yo también tengo un asuntillo que revisar aquí mismo, en la alcaldía. Te deseo buen viaje de regreso; quizá otro día podamos hablar más tranquilos, en otro sitio y en otras condiciones.

Los dos se despidieron mecánicamente. Ada tomó el siguiente ascensor y se dirigió al cuarto de la dichosa ventana. Con paciencia, forzó la puerta y entró en un salón amplio y vacío.

Se acercó despacio a la ventana y contempló la vista hacia el exterior. Era el sitio perfecto para un francotirador que quisiera disparar a alguien que se adentrara en el callejón.

Entonces percibió un olor: la loción de Carbonell. Y había otro aroma, más sutil, casi enterrado en su memoria. En una de las paredes notó unos rasguños, pequeños pero recientes.

Supuso que Carbonell había estado allí y que se había producido una confrontación, pero ¿con quién o quiénes?

Ada pensó furiosamente durante unos segundos y lanzó un grito alarmado, mezcla de dolor, pánico e impotencia. 

Recordó un aroma del pasado: era, sin lugar a dudas, el olor de la muerte, la traición, el rastro inconfundible de Colectiva Sororitas.

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Relato escrito para participar en la convocatoria de Alianzara y VadeReto del Acervo de Letras. Noviembre 2024: El Espacio, en tono de horror/Suspenso. Ver condiciones y otras colaboraciones siguiendo los enlaces.

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