La espía que amaré



—¿Dejaste escapar a una espía soviética? —preguntó Carbonell.

—Todas las pistas me llevaron a Amazona, una discoteca underground en el centro de la ciudad. Dentro, la multitud bailaba en todas direcciones; la música era un rock pesado y estridente, y las bebidas parecían cócteles multicolores. Caminé hasta el fondo, donde una escalerilla conducía a una oficina apartada. Entré y cerré la puerta. En un sillón, de espaldas, había una mujer rubia. Saqué mi pistola y le dije: “En nombre del Rey de Aragca, queda detenida”. Iba a colocarle las esposas, pero fue más rápida: se levantó y me lanzó un gancho de izquierda directo al mentón. No pude esquivarlo. Golpeaba duro; el impacto me lanzó al otro extremo de la sala, casi me arranca la cabeza. Decidí entonces usar fuerza letal, busqué mi pistola… y, horror de horrores, vi que ya la tenía ella en la mano, con el dedo en el gatillo.

—Je, je… Ada, qué divertido. ¿Qué cara puso al descubrir que siempre llevas un arma sin balas? —rió Carbonell.

—La miró con desprecio y la arrojó lejos. Como te dije, era rápida. Estaba a punto de abalanzarme sobre ella cuando digitó una clave en su computador. Una trampilla se abrió bajo sus pies y, como si fuese un tobogán secreto, cayó por allí. La compuerta se cerró en cuestión de segundos.

—Se escapó la dama.

—Por ahora. Pero los documentos y objetos hallados en la oficina nos han permitido conocerla mejor.

—¿Y cómo se llama esa espía?

—Octobriana.

—Perfecto… ahora me toca a mí conocer a una chica así de intrigante. Sus días de fechorías ya están contados.

—Toda tuya querido.


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El blog del Tintero de oro propone este mes elaborar un microrelato inspirado en una obra de arte.

He escogido una imagen del Noveno Arte, el Comic, de un personaje de dominio público, Octobriana, que tiene una historia muy interesante.

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Wiki Octobriana






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