No sé si a todos ustedes les pasa igual. Quizás no.
El caso es que estuve revisando, una vez más, la foto de la portada del blog: esa en la que aparece ADA rodeada de varios personajes variopintos, de distintas pelambres. La he visto mil veces, y estoy seguro de que mucha gente también. Pero noté algo extraño.
Por alguna razón quise ampliar la imagen.
Y ahí lo vi.
Encontré un personaje que no había visto antes, lo cual es raro, porque —por razones obvias— debería conocer a todos y cada uno de los personajes del blog. Sin embargo, ahí estaba: una presencia casi como una sombra, algo escalofriante, una especie de anomalía. Un personaje desconocido para mí y que, por lo tanto, no debería estar en la foto de ADA.
Entre intrigado, curioso y con una ligera sensación de susto, tomé el fragmento de la imagen y decidí llevarlo a un experto: un viejo librero que vende libros usados, cartas, collectibles y revistas de tebeos.
Le mostré la imagen. Al principio la miró con desdén, casi con aburrimiento. Pero no sé… por un instante lo noté inquieto. Me dijo que volviera en una semana, que estaba muy ocupado.
Y dicho y hecho, a la semana volví.
—Es el Cejas de Oro.
—¿Qué?
—El amigo que usted me trajo la semana pasada.
—¿Amigo? No, no, no. No es un amigo. Es la imagen de un desconocido. Pensé que usted me ayudaría a identificarlo.
—Le repito: es el Cejas de Oro.
—No me resulta familiar ese personaje. Jamás lo he escuchado dentro de las narrativas de Aragca.
—Precisamente. El Cejas de Oro no es de Aragca, sino de Nueva Caledonia.
—¿Nueva Caledonia? Vaya… casi lo había olvidado. Creo que voy entendiendo. Es un lugar bastante misterioso.
—Cierto. Es como el hijo pródigo que ha corregido su camino.
—La verdad, no sabía que hubiese industria del cómic en ese lugar.
—Y no la hay. Nunca la hubo y nunca la habrá.
—¿Cómo va eso?
—Para explicarlo tendríamos que irnos al origen de todo, a la época del Platino del cómic aragquense.
—¿Es decir, antes de que apareciera Carbonell?
—Exacto. En aquellos días se publicaba bajo el nombre del Teniente Hulla. Creo que tengo algunos números por aquí.
El librero, con ayuda de una escalerilla de tres peldaños, trepó ágilmente —demasiado ágil para alguien de su edad— entre los polvorientos anaqueles y bajó una caja. Para mi sorpresa, contenía varias revistas de una época ya olvidada. Había títulos como Capitán Relámpago, El Guerrero sin Disfraz, Doña Parlanchina, Dorita, y, por supuesto, varios de Hulla: Hulla contra los vampiros, Hulla y el misterio de la pirámide, Hulla y la falange, entre otros.
—Aquí está —dijo el librero, tomando hábilmente uno de los números—. Aventuras de Hulla, Crispín y Goliberto.
Abrió la revista justo al centro y, con el dedo, señaló una viñeta.
—¿Lo ve?
Observé con cuidado y exclamé:
—Claro que sí. Es precisamente el mismo por el cual consulté.
Luego el librero sacó otras revistas de Hulla y me mostró distintas viñetas en las que aparecía el personaje al que él llamaba Cejas de Oro.
—¿Nota usted algo? —inquirió el viejo, como tanteándome.
—¿Algo así como un patrón? —respondí, con duda.
—Quiero saber qué piensa usted.
—Bueno… noto que el personaje en cuestión siempre aparece como un extra, simplemente como decoración, como relleno del fondo.
—Buena deducción —indicó—, pero lo que le he mostrado son las últimas publicaciones de Hulla. Después de ellas, nunca más se publicó.
—No entiendo.
—El Cejas de Oro siempre aparece en las publicaciones que van a desaparecer.
—¿Cómo va eso?
—Lo he venido siguiendo. Apareció primero en 1917, en los últimos tirajes de Campanín; luego, en los de Hulla, en los años treinta; y ahora usted me dice que salió en ADA. Claramente, eso indicaría que ADA está próxima a finalizar.
—Muy extraño. Soy conocedor del cómic y nunca había escuchado de ese personaje.
—Es que es nuevo.
—¿Nuevo? —dije, casi en shock—. Pero si me dice que apareció en 1917 y en 1930…
—Así es. Pero nunca antes estuvo en las revistas. Yo también las conozco. Su aparición es reciente. Es una entidad que se ha insertado en las imágenes hace poco.
—¿Una especie de anomalía?
—Un parásito.
—No diga nada —le indiqué al librero mientras sacaba unos billetes de cien dólares—. Será mejor que yo investigue esto. ¿Le molestaría prestarme por unos días los números de Hulla?
—No hay problema. Tome algunos y me los devuelve el próximo lunes.
—Trato hecho —le dije.


Sí que es inquientante.
ReplyDeleteHasta sospecho, por sus intervenciones restropectivas, que está vinculado con el Culto de Cronos, mencionado en el Mara Verso.
Saludos.
Creo que si, debo investigar a fondo el asunto, en el Maraverso estan mas familiarizados con. este tipo de seres paranormales, quizas si consulto con el Historietista me puedan decir que pasos seguir o que acciones debe tomar.
DeleteYo tampoco había visto a ese demonio, parece ave de mal agüero
ReplyDeleteje je, el Cejas sera la base de mis relatos para el 2026, pronto sabremos mas de el, sera parte de Kraken.
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