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Josefina




— Ahora que ya todo el equipo de los ONCE está a salvo y ha retornado a sus refugios donde estarán seguros, hay una cosa que me quedó sonando y que no has contado del todo bien: este asunto de la cita que tuviste con la gente de Industrias Ishii — confesó el Inspector Carbonell.

— No fue con la gente de ellos, fue solo con la persona que me indicaste, la que te dejó una tarjeta con su nombre, lugar y hora de la cita — corrigió la detective Ada Esculi.

— Sí, recuerdo todo eso. El día de la bomba, una mujer me entregó esa tarjeta, luego tuve que ayudar a Cluzo y Puaro para que pudieran recuperarse con la asistencia del Doctor Moureau, mientras tú ibas a mi cita con Ishii como reemplazo, porque en la práctica yo había muerto durante la explosión.

— Y fue allí cuando conociste a esa chica que parece estar muy enamorada de ti.

— La Doctora Polidori.

— Esa misma.

— Gracias a ella y sus aparatos tecnológicos, tus amigos están vivitos y coleando.

— Y tú quedaste maravillado con su tecnología.

— Bueno, admito que tiene bastantes aparatos y artilugios muy extraños, pero que han sido bien utilizados en nuestro favor. Incluso me dijo que tiene un Cronoscopio, pero que realmente no va a utilizarlo para ayudarnos a resolver el caso.

— ¿Cronoscopio? No me gusta la idea, porque si lo piensas con cuidado, somos dos detectives de casos “normales”, que ya son bien complejos y difíciles de resolver. Usar esos aparatos de ciencia ficción nos empezaría a convertir en otra clase de agentes, que no quiero explorar como opción de vida.

— Puede que tengas razón, aunque te niegas a la posibilidad de usar esa tecnología, si usas frecuentemente potentes alucinógenos.

— Sabes que por muchos motivos, como el entrenamiento para llevar este estilo de vida, y en sí mismo, el día a día de esta profesión, me ha dejado profundas huellas, no solo físicas, sino mentales y hasta espirituales. Sí, es cierto, he tenido que recurrir a esas terapias porque estaba desesperada.

— Creo que deberías dejar eso y ensayar otra manera de sanar.

— No lo sé, no soy médico, aunque siento que más bien últimamente he desarrollado cierta resistencia a los tratamientos del Dr. Ayahuasca. Ha tenido que aumentar la dosis.

— Ok, dejemos eso por el momento sin tocar, no nos desviemos y nárrame brevemente lo que ocurrió en tu encuentro con la Dra. Josefina Mengele, Jefe de Forenses en Industrias Ishii.

— De acuerdo, te voy a contar la historia, pero solo si me prometes que a cambio tú también deberías enterarme de lo que ocurrió en el Desierto.

— Suena justo. Trato hecho, te escucho.

— Bueno, estuve bien puntual para la cita en el edificio de Industrias Ishii, que es superlujoso y moderno, todo un rascacielos. El ascensor tardó siglos en llevarme al piso en donde me citó Mengele, que en sí es el último piso. Apenas abrió la puerta el dichoso ascensor, me dirigí a la recepcionista, me identifiqué como miembro de la policía y pregunté por la Doctora.

La chica contactó a una persona mediante el conmutador y me solicitó que esperara sentada en una salita que tienen en el recibidor. Al poco rato llegó un joven muy caballeroso, obviamente alguien de seguridad, porque andaba con un walkie talkie. Preguntó por mí y me indicó que lo siguiera.

El caballero me llevó a unas escaleras, las subimos y quedamos exactamente en la azotea de ese edificio, en donde había un helicóptero esperando para mí. Me indicó que subiera. Apenas entré al aparato, este despegó. Vi como mi guía se quedó en la azotea usando su walkie talkie y retornando por la puerta por la cual habíamos entrado. Quedé a solas con el piloto, pero no pude hablar nada con esa persona debido al ruido y a que llevaba un casco. Supuse que sería inútil cualquier intento de comunicación. El helicóptero me llevó a una bodega no muy lejos del edificio principal, allí aterrizamos. Había una limusina esperando a mi llegada, el piloto me indicó apenas con el dedo señalando que me cambiara a ese otro transporte. Apenas puse los pies en tierra, el helicóptero despegó inmediatamente.

Subí a la limusina y allí estaba la Dra. Mengele, sentada en el minibar, como si fuera una Reina en su Trono desde donde juzga a vivos y muertos. Otro de los hombres del equipo de seguridad de Mengele cerró la puerta desde afuera. Así que quedamos solo ella y yo en el interior. La limusina se puso en marcha recorriendo las calles de la ciudad.

— Detective Esculi, es un placer recibirla. Estábamos esperando al Inspector Carbonell para esta cita, pero dadas las circunstancias, supongo que es usted la mejor persona a la cual nos podemos dirigir — me dijo la Dra. Mengele con una sonrisa enigmática.

— Cierto, ese es el estilo de Josefina. ¿Y qué más ocurrió?

Bueno, la miré de arriba a abajo, y confieso que no parece una Doctora Forense, sino que me da más la sensación de que estaba frente a una súper celebridad de Hollywood, aunque más bella y elegante. Devolví cortésmente el saludo y quedé a la espera de lo que pudiera indicarme mi anfitriona.

— Como podrá darse cuenta — me dijo la Doctora celebridad — están ocurriendo eventos muy extraños y siniestros en torno al caso de los Jueces del Reality. Yo solo quería hablar con el Inspector Carbonell para advertirle de que usara extrema cautela en todo esto, pero asumo que ha sido tarde. Sin embargo, estoy a tiempo, al menos para darle la misma alerta acerca de este caso, que no es lo que parece.

— ¿Conoce la identidad del asesino o pistas para dar con él?

— Desafortunadamente, desconozco esa información. Si la tuviera no dudaría en compartirla con las autoridades, pero lo que sí sé es el motivo por el cual fue asesinado Simón de Santillana.

— ¿Y cuál es ese motivo?

— ¿Sabe una cosa?, Detective Esculi, en la vida a veces es mejor no saber ciertos detalles. Cuantos menos misterios conozcamos, más simple es la vida. Santillana quería jugar con algo que iba más allá de la capacidad humana. Quería poder a cualquier costo.

— El poder ha sido siempre el motor de Aragca.

— El poder político o monetario, sí. Pero estamos hablando de otra clase de poder que quería Santillana para sí mismo.

— ¿Cuál es ese poder?

— Poder místico.

— ¿Místico?

— Exactamente. Mi consejo es que ustedes comiencen a buscar ayuda. Me refiero que armen un equipo de gente familiarizada con diferentes aspectos de la realidad que nos rodea.

— Nuestro equipo Policial es muy competente, de clase mundial.

— Detective, parece que hemos llegado a su destino, no puedo revelarle más por el día de hoy, ya que le pondría en peligro. Solo puedo dar un nombre:

ALMA

Me escupió ese nombre, como de mala gana, mientras ella se servía un vaso de vino y prendía un cigarrillo, e hizo un gesto de total indiferencia como si yo no estuviera allí presente. La limusina se detuvo de nuevo en la bodega, en donde había otro helicóptero esperando, que me llevó de nuevo al Edificio de Industrias Ishii. Allí aplicaron el mismo protocolo de guardias de seguridad, pero al revés, salí del edificio y de allí regresé a mis tareas cotidianas.

— ¿Quién es Alma? — farfulló Carbonell.

— Ni Fat-Boy lo sabe.

Anterior : El cuarto del pánico (3/3) y La casa de seguridad

Indice completo: Sueños de detective

Comments

  1. Hola.
    Usaste muy bien el recurso del relato enmarcado.
    Con Ada contando algo que Carbonell no sabía. Todo ese clima de conspiración de secretos, como las medidas de segurida de Josefina, recuerdan a X-Files.
    Envuelta en todo esa aura de celebridad, de belleza, seguramente Josesina estaba inquieta.
    Muy bien contado.

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  2. Uy cuanto secretos y cuanto dramatismo. Me gusto mucho. Te mando un beso.

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  3. Genial relato me gusto el final Te mando un beso

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  4. Muy ágil, este relato nos deja enganchados.

    Un abrazo

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  5. Es leer Mengele y aparecen los demonios.
    Hay gente que no tendría que haber nacido.

    Saludos.

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  6. El caso se complica. Genial fragmento. Te mando un beso.

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  7. coincodo co demi en lo de que cada vez se parece mas a xfiles, y mas shora que Josephine les esta sugiriendo un equipo cosn esa preparacion.
    abraz, jose

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  8. Debería estar penado capitalmente el dar consejos que impliquen más trabajo para quien los solicita. No hay caso, quiero soluciones, no otra cosa.

    Saludos,
    J.

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  9. Me encantó tu blog
    Abrazos

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