El VizBarón de Andirria estaba muy feliz aquella mañana. Ante su mesa tenía el legendario mapa del mundo, trazado por el mismísimo Battuta Al-Masudi, del cual se decía que, en los tiempos antiguos, había recorrido todos los rincones conocidos y por conocer.
Al norte del mapa estaba la región de los Hielos Sagrados, en donde las leyendas decían que Ellos bajaron del cielo y habían puesto los Once huevos. Pasados varios eones, de cada huevo surgieron los dioses y héroes del mundo. Estos, al igual que sus progenitores, también pusieron huevos, cada uno siete. Pero la simiente nacida de los dioses no resistía el frío. Varhan consultó a su hermano mayor, El Primer Nacido, diciéndole que era necesario llevar la descendencia a tierras cálidas. Eruthur dio su aprobación, indicando que él se quedaría a resguardar las tierras de sus padres. Los demás hermanos, con sus hijos e hijas, se dispersaron y poblaron todo el mundo conocido.
Eirhumara, que era la más sabia y hermosa de los Primeros, fue la que pobló Namcuan y jamás volvió a escuchar noticias de los hijos de sus hermanos. Eirhumara enseñó a los hombres que el nombre de su madre era Zaida.
El VizBarón sonrió al recordar dicha antigua leyenda. Según se decía, mucho tiempo después de que Eirhumara retornara a las tierras de sus antepasados, los hombres de Namcuan caminaron buscando las tierras del sur.
—Y allí es cuando los de Namcuan encuentran que no eran los primeros en pisar estas tierras del sur, ¿no es verdad? —preguntó Suánzang, el mercader que estaba ofreciendo el mapa al VizBarón.
—Error que le costó perder la cabeza al Rey Pimiko II —respondió mordaz el VizBarón.
—Pero no resultó en vano los esfuerzos de Namcuan.
—El resultado es que, después, Namcuan tuvo mejores reyes, al menos unos con más sentido común que las bestias sangrientas que los gobernaron antes de venir aquí a conquistar lo que ya estaba conquistado.
—Quizás el veneno más fuerte que inocularon en el mundo fue la religión que profesaban.
—Antes de Namcuan, la gente rendía adoración a los Once, pero luego de las tres guerras con Namcuan, en Surumbria comenzaron las brujas a predicar el culto de Zaida, que aún persiste y tiene gran arraigo en la población —respondió el VizBarón con aire disgustado, mientras buscaba de mala gana una bolsa de oro para darle en pago y despachar al mercader, pues le causaba disgusto esa presencia por sus modales y formas de expresión impropias de un Andirriano.
El mundo de aquí es parecido... hay un nuevo Papa, no sé si pondrá once huevos o qué hará...
ReplyDeleteSaludos.
¡Cuán deleitable es contemplar esos pergaminos ajados donde aún palpitan mitos olvidados!
ReplyDeleteOs adentráis con denuedo en estas historias alternas, propias de cartógrafos antiguos que trazaban dragones y quimeras en los márgenes.