Se dice que, en la antigüedad, el Archimárquez Hircano Valier fue la primera persona que enseñó a hablar a los cuervos (esto no se ha podido confirmar, debido a que, dentro del índice de antepasados de Vil Valier, no figura ningún Hircano). La idea fue tan exitosa que, tres siglos después, todas las casas de nobles de Aragca (que en aquellos dias se llamaba Umbria del Sur o también la Surumbria) comenzaron a seguir el mismo procedimiento.
Para cuando llegó el famoso Ambrosio Alfinger a estas tierras, quedó tan maravillado con el método, que pronto estableció alianzas con el Duque de Calcedonia. El Duque, para formalizar su amistad, regaló a Alfinger tres de esos cuervos, para que los llevara como presentes de buena voluntad a los Welser en Europa.
Apenas Alfinger puso un pie en el puerto de Cádiz, los alcaldes del crimen no demoraron en ponerle grilletes y cadenas bajo graves cargos de traición a la Corona. Viéndose en tan penosa situación, Alfinger entregó los cuervos a uno de sus ayudantes, un tal Ginés de Avellaneda, que, a la sazón, había perdido un ojo en una riña dentro de una mazmorra turca y era autor de una "Vida" que no alcanzó los honores de la impresión.
No sabiendo para qué eran esas aves ni los secretos que guardaban, en menos de una semana ya solo le quedaba uno, que, siendo un pájaro bastante despierto y sagaz, no dudó en abrir el pico y pedirle algo de alimento a Avellaneda. El tuerto quedó lleno de asombro por aquello que escuchaba y comenzó a darle grandes cuidados al plumífero amigo. Este, en compensación, un día le dio este enigma:
“No es oro todo lo que reluce, ni todo lo que parece espada es acero”.
Intrigado por las palabras del cuervo, Avellaneda comenzó a discurrir qué hacer con tan peculiar animal, ya que llevarlo a los banqueros de Baviera estaba más allá de toda posibilidad. Así que decidió adoptarlo y darle grandes cuidados. Se rumorea, pues, que el cuervo, durante las noches, le hablaba al oído y él tomaba nota de cuanto decía.
Cuando ya hubo lo suficiente para ser editado en un libro, el cuervo se sintió defraudado porque no veía su nombre en la autoría del manuscrito. Tal fue el resentimiento del cuervo que hubo una refriega, con un resultado tan oscuro como que Avellaneda desapareció por completo de toda traza y registro histórico.
¿Del cuervo? Bueno, se sabe que, tras múltiples peripecias y hazañas que más adelante se narrarán con calma, consiguió retornar a Aragca y contó a uno de los hijos de un criado del Duque de Calcedonia toda esta sabrosa historia y muchas mas.
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Relacionado:
Ambrosio Alfinger (Wikipedia)
Banqueros Welser (Wikipedia)
Alonso Fernández de Avellaneda (Wikipedia)
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Bueno esto seria como Historia Alterna de Aragca antes de la llegada de Colon....
ReplyDeleteHola, Jose, pues sí, servía para el reto, no hay duda. Calcedonia y Avellaneda me suenan, pero creo que no son los mismos, Calcedonia me suena a tienda o cadena de tiendas en la actualidad; y Avellaneda, el que escribió la segunda parte del Quijote haciéndole la "cama" a Cervantes, con lo que consiguió enfadarlo y que este escribiera la verdadera segunda parte del Quijote. Creo que por ahí no van los personajes de tu relato, pero puede haber semejanzas, jeje. El cuervo más bien era un cuco, se las sabía todas.
ReplyDeleteGracias por tu relato.
Un abrazo. :)
Muy buen aporte fuera de concurso, para El Tintero de Oro.
ReplyDeleteEl cuervo era muy astuto, no convenía ignorar sus aportes a la historia.
Saludos.
Excelente trabajo. Que tenga buen destino! Lo vale.
ReplyDeleteUn abrazo.
Los cuervos lo saben todo.
ReplyDeleteHan vivido como humanos y luego han muerto y después nacieron como cuervos.
Ya lo escribí:
30 de marzo de 2015
SIETE CUERVOS NEGROS
Siete cuervos negros
con las cabezas ensangrentadas
vienen cada noche
a mi ventana
y repiquetean en el cristal.
Siete cuervos negros
como siete puñales
clavados en almas muertas
que no descansan en paz.
Cada cuervo tiene
el nombre de un muerto.
Y por supuesto
todos ellos
me miran mal.
Siete cuervos negros
como siete noches eternas
me miran y no olvidan
graznando airados
viejos agravios sin parar.
Cada cuervo tiene sus penas
cada pena tiene un graznido
y cada graznido
un escalofrío criminal.
Y yo al otro lado de la muerte
acosado por los cuervos
escribo poemas negros
como una noche sin final.
Y cuando los cuervos se van
y me quedo vacío
abrazado a la oscuridad
voy moviendo los brazos
como si fueran alas
mientras espero
la fatídica noche
en que empezaré a volar.
Moraleja: Nunca estafar a un cuervo.
ReplyDeleteAnotado.
Saludos!
J.
Me gusto tu relato muy imaginativo. Me gusto como hiciste el personaje del curvo. Te mando un beso.
ReplyDelete¡Hola Jose! Vaya tela como se las gasta el cuervo. Desde luego hubiera sido mejor incluirlo en la autoría del manuscrito. Tal vez así se habría librado de tan oscuro destino.
ReplyDeleteUn saludo.
¡Hola Jose!
ReplyDeleteQué título tan sugerente para empezar, "Corvus Verborum", ya te prepara para algo interesante.
Me ha gustado mucho la historia, es una mezcla genial de datos que suenan a crónica antigua y un elemento fantástico que lo cambia todo: los cuervos parlantes. La idea de que se usaran para comunicación y supongo que también para intrigas en las casas nobles le da un toque único.
La parte de Ginés de Avellaneda y el cuervo es fantástica. Ese tira y afloja, el enigma que le plantea el pájaro, ¡y que acaben escribiendo un libro juntos! El desenlace con la desaparición de Avellaneda por la disputa de la autoría es el giro perfecto y muy irónico. Al final, el que guarda la historia de verdad es el cuervo.
Gracias por compartir esta leyenda tan original.
¡Un abrazo!
Miguel
Hola, Jose. Pues también a mí me ha gustado mucho el cuento. El tono de leyenda y ese cuervo justiciero que toma las riendas de la historia. Genial.
ReplyDeleteHola Jose, bien contado me recuerda a las historias que se cuentan cerca del fuego sea donde fuere. Abrazos.
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