Don Severo, el contable de la empresa,
para este fin de semana ha decidido
ir al campo a visitar la finca de su hermano Cándido;
y que también es su finca
que heredaron varios hermanos
de los padres.
Pero Cándido les ha comprado
su parte a todos los demás
excepto por la de Don Severo.
Ya han pasado quince años sin verse
ni dirigirse la palabra,
no porque estuvieran bravos,
sino porque no tenían
nada para decirse.
Cuando por fin llegó,
su hermano le dijo que de los tres
terneros que habían nacido,
uno se había muerto, precisamente
el que había parido la vaca de Don Severo.
La casa de Cándido
era nueva y muy hermosa,
con todos los servicios:
agua, luz, teléfono, alcantarillado,
internet y salida a la carretera.
Rodeada de jardines bellos
y era el centro de las tierras más fértiles
de la región.
Laguna y quebrada le añadían un
toque paradisiaco a su propiedad.
Mucho caudal había amasado
con la crianza de pollos, vacas y alevines,
y el cultivo de cafetales
y muchos árboles frutales.
Cándido le mostró la parte que le había
tocado de finca a Don Severo:
era la parcela enmontada.
No tenía casa, salvo por
una vieja cabañuela que sus
padres habían usado para
establo décadas atrás.
Mas ahora estaba derruida,
con las paredes podridas y sin tejado.
Era la parcela que no tenía acceso
ni a la carretera,
ni a la quebrada ni a la laguna,
siendo los linderos más secos y estériles
de toda la nación.
No tenía árboles frutales,
salvo unos de hojas rojas muy feas,
de la famosa variedad
'Ailanthus altissima' o 'Árbol del cielo'
de madera maloliente,
y que eran el lugar propicio
para llenarse de endriagos y vestiglos.
Y la red de los servicios públicos
no alcanzaba
hasta aquel paraje tan hostil.
La única ventaja era que por allí
pasaba el sitio del derecho de servidumbre,
aunque el camino medio trocha
solo lo transitaba Doña Raquel,
la anciana que cada noche tomaba por letrina
la parcelita de Don Severo.
Al ver la pena y la desventura
en el rostro de Don Severo,
Cándido le propuso que vendiera
el pedazo de monte.
Que, de pronto,
la Elpidia o él Virgilio
estarían interesados en comprarle,
solo era cuestión de preguntarles.
Pero estos mandaron a decir
que ni regaladas recibían las tierras,
y con razón, pues esas eran puro encarte
en donde nada se podía cultivar
y en donde no era sano
para el bolsillo construir.
Además, se sabía que nadie
había pagado el impuesto predial
y que el Alcalde quería
expropiar ese pedazo
por no estar desarrollado.
Don Severo hizo lo mejor
que sabía hacer:
tomó el primer tren
que lo regresó a la ciudad.
Suficiente ya había tenido
de tanta exposición
a lo natural.
Nota: El Virgilio es el hijo de Doña Raquel....
ReplyDelete¡Madre mía, vaya desastre sería tener un Ailanthus altissima en la finca! 😱 Yo que vengo del campo, sé lo importante que es cuidar el terreno, y ese árbol lo arruina todo. ¡Se extiende como loco, parece una plaga! 🌱🌿 Y encima huele fatal... ¡ni aunque fuera bonito! 😷 Vamos, que si lo plantas, te despides de tener otras plantas decentes alrededor. Lo peor de todo es que luego no hay quien lo quite 😩. Con lo bien que queda un buen olivo o un naranjo... 🌳🍊 ¡Menudo contraste! 🙄
ReplyDeleteLucy Fer
Lo natural es neutral. No tiene que ser hostil pero tampoco amable.
ReplyDeleteDon Cándido no hizo honor a su nombre y don severo tampoco. Los de la ciudad cusnfo van a tratar al campo, siempre tienen las de perder, por desconocimiento, y por las redes de amiguismo que el del campo ha tenido toda su vida para tejer.. Y por no hablar de que tratamos de herencias.
Acabo de la única forma posible.
AbrZooo
El tal Cándido resultó ser cualquier cosa menos cándido. Con razón se quedó con la mayor parte de la propiedad que heredaron los hermanos.
ReplyDeleteBien este poema narrativo.
Saludos.
Parece que conoces muy bien a la familia, te sabes todos sus entresijos,. espero que este comentario no se lo trague Google como el que te deje en la Esfera. Un abrazo
ReplyDeleteSaludos Ester.
DeleteSi se los come google.... quedaron todos en SPAM, pero hoy.....LOS RESCATE intactos.
Y creo que a mi me pasa lo mismo..... mis comentarios en otros blogs se pierden.
Google tendra que indultarnos o algo asi.
Hola, José, con razón que se volviera a la ciudad, en el campo hay otras leyes y se amolda o puerta... Tal cual como la vida misma.
ReplyDeleteUn abrazo. 🤗
Las herencias suelen acabar de destrozar las familias.
ReplyDeleteCasi mejor no heredar.
No le quedó otra opción mejor que huir y quizá declinar su parte de la herencia. Voy a investigar que árbol es ese, que no lo conozco.
ReplyDelete¡Excelente escrito!
Un abrazo.
El lenguaje, destaco el lenguaje deslenguado, la mala hostia de la putada de la herencia, las cosas que pasan entre familias y fincas mal señaladas o tierras vecinales donde hasta el alcalde tiene algo que decir. No me extraña que a algunos/algunas prefieran lo urbano por mucho asfalto y humos que hayan. Muy bueno, has captado el alma, o subalma de las jodidas herencias.
ReplyDeleteEs que la vida rural es muy dura, el protagonista lo ha podido comprobar, y si a eso le sumas las malas relaciones familiares y un asunto herencia, entendemos que el protagonista haya optado por volver a su hábitat natural: la ciudad. Estupendo relato.
ReplyDeleteSiempre hay un pariente con ojo de águila para estafar a su tiempo a los desprevenidos sin habilidad para los negocios. Muy buen trabajo de versificación . Me encantó. Un abrazo
ReplyDelete¡Qué tristuras acometen al protagonista, vituperado por hechos de su propia familia! Los entornos de los agros, atesoran muchas veces al llegar el momento del Derecho De Regalías y Testamentario, las mayores vilezas incluso de familias. El texto se digiere raudo y mucha comodidad.
ReplyDelete¡Gracias Amigo por esta excelente aportación!🤠 (no sé que ocurre que la conexión de red no va muy bien(
Hola Jose
ReplyDelete¡Con las herencias hemos topado!
Ni Cándido era tan cándido, ni Severo ejercía su severidad.
Con razón Cándido se quedó con toda la propiedad que heredaron los hermanos.
Buen poema narrativo. Un abrazo
Marlen
Habrá que saber seguir esperando, ya se valorizará aquella tierra...
ReplyDeleteSaludos,
J.
Me ha gustado mucho como has descrito el entorno, a sus personajes y las circunstancias! No me ha costado nada imaginarmelos y sumergirme en la historia! Un abrazote!
ReplyDeleteHola Jose. Veo un desentendimiento total de su propiedad en el campo por parte de Don Severo, al contrario que Cándido que ha sabido sacar partido a su parcela. Bien es cierto que a Don Severo le ha "tocado" la peor parte, supongo que Cándido se habrá ocupado de ello, pero me da que las cosas del campo no son para él. De hecho, poco ha tardado en volverse a casa y despreocuparse por su parcela otros quince años. Y es que hay quien está hecho para la vida rural y hay quien no. Un abrazo.
ReplyDeleteMe gusto el poema. Te mando un beso.
ReplyDeleteCándido no hizo para nada honor a su nombre y casi se queda con todo. Salñudos!
ReplyDeleteJajaja, qué bueno. Me ha encantado. He buscado al ailanto; resulta que en mi España se planta en jardines y es precioso. ¿Invasor? Olé por él: todo un éxito evolutivo.
ReplyDeleteEnhorabuena, una entrada diferente
Un abrazo :)
Buena ironía. Gracias y mucha suerte.
ReplyDeleteHola José esta muy bueno tu relato, me ha gustado mucho.
ReplyDeleteSaludos.
PATRICIA F.
Hola José, me gustó tu aporte, hay mucha información en él: el drama de las herencias, el hijo que es el ganón, el que se deja ganar, también está el que ama y aprecia el campo y el que no tiene dentro el gusto por la tierra. Está bien, hay almas que son para la ciudad y otras que son para el campo. Cada uno tiene lo que ha buscado. Enhorabuena por un gran relato.
ReplyDeleteHola José un relato muy apropiado con la temática. Bien contado y muy real. Las diferencias entre campo y ciudad y los que en ellas viven. Un abrazo.
ReplyDeleteNo son pocas las herencias que rompen una familia. En este caso no había tal pues los hermanos no tenían nada que decirse desde hacía tiempo. Don Severo hizo lo mejor que podía hacer.
ReplyDeleteUn relato con muy mala uva. Felicidades.
Las cosas de lindes, tierras y sobre todo herencias, siempre son un quebradero de cabeza 😅
ReplyDeleteHola, José. El asunto de las herencias y las lindes no es poca cosa. Tu relato nos trae esa lucha fratricida a primer plano. Un aporte muy original.
ReplyDeleteSaludos y suerte.
Hola... Pobre don Severo. No fue tan "Severo" al momento del reparto de la herencia y los mas "cándidos" se quedaron con todo lo bueno... Lo único que le faltó en esa decepcionante ultima visita fue encontrarse accidentalmente con el lugar de recogimiento nocturno de Doña Raquel y llevarse a casa, en la ciudad, un recuerdo suyo en la suela del zapato... ja ja.. ¿Que cosas no?
ReplyDeleteMe ha gustado un montón tu relato, saludos.
Suele pasar en muchas familias, las herencias las carga el diablo, parece ser que Cándido de cándido solo tenía el nombre y lo de marcharse a la ciudad es en estos casos lo mas recomendable.
ReplyDeleteDiferente forma de escribir el texto, te felicito por la idea.
Un abrazo Jose
Puri
Buen relato, José.
ReplyDeleteMuy original en la forma de narrar la historia y también muy gráfico. Nos lo has puesto muy fácil para poder imaginarnos a ese don Cándido y a ese don Severo. Ninguno de los dos hace honor al nombre que les impusieron sus padres. Sus caminos resultan opuestos: el uno tira por el campo y el otro huye hacia la ciudad.
Mucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Hola, José. Las herencias muchas veces separan familias. En este caso, Don Severo no tenía mucho para perder, por suerte.
ReplyDeleteUn abrazo
Hola, José, muy original la narración estilo romanza de ciego, solo me ha faltado la musiquilla para ponerla, el ritmo de lectura adecuado a esta historieta tan llena de contrastes; y no, únicamente, el del campo con la ciudad.
ReplyDeleteSaludos y suerte.