Sin saber como, Carbonell logro acomodar las cabezas de sus amigos Cluzo y Puaro dentro de una maleta, se montó en uno de sus vehículos para ir al encuentro del Doctor Moreau Salamander, de acuerdo con las indicaciones que le presto Esculi.
Luego de varias horas de conducir por diferentes caminos y carreteras inciertas, logro llegar a un poblado de gente sencilla aunque no muy amigable.
Trato de indagar en donde podría encontrar al Doctor Salamander, pero apenas la gente escuchaba el nombre, hacían mala cara y corrían como despavoridos. Únicamente un borracho que estaba tirado en el piso le indico que siguiera por la carretera norte, saliera del pueblo y en unos 10 kilómetros apenas se adentrara en el Bosque de las Lágrimas, encontraría una vieja mansión en donde allí conocían a Salamander.
Sin tener más opciones, Carbonell hizo de tripas corazón y siguió con cierta dificultad las indicaciones de su muy dudoso guía. El camino por el que lo habían mandado estaba deshabitado, no había ni un alma humana ni siquiera casas o construcciones y de repente en un claro vio una de las más lujosas mansiones imaginables con un sistema de seguridad que haría palidecer al del Pentágono.
Supuso que este sería el lugar en donde hallaría al tal Doctor Salamander. Se acercó a un enorme portón metálico en donde había una especie de cámara y un parlante muy sofisticados puestos en un panel en donde había 3 botones.
Presiono el primer botón y unos segundos después escucho una voz medio ronca que hablaba por el parlante que dijo:
— Bienvenido a Villa Diodati, ¿en qué podemos servirlo?
— Carbonell dio un ligero respingo, porque debido a la distorsión del aparato le pareció haber escuchado la palabra "hervirlo"; sin embargo, supuso que sería algún problema de recepción en el parlante y rápidamente respondió con voz aplomada — Busco al Doctor Moreau Salamander.
— Y sin que mediara más dialogo, Carbonell comenzó a escuchar un sonido metálico como de cadena, halando algo muy pesado y sus sospechas quedaron confirmadas, cuando vio que el enorme portón metálico se abría de par en par.
Sin perder tiempo, Carbonell condujo su vehículo hacia la entrada principal de la mansión, lo estaciono y saco del baúl la maleta con la preciosa y vital carga que allí llevaba, se acercó a la puerta de la casa e iba a golpear, pero se le adelantaron: un hombre que lucia como un Chino de la Época Imperial de 1800, súbitamente abrió la puerta y dijo:
— Siga Inspector Carbonell, estábamos esperándolo
— Sin hacer mayores gestos, Carbonell se adentró en la mansión siguiéndole las espaldas al Chino e interrogo — ¿cómo es posible?, nadie sabía que yo venía hacia este lugar, ni yo mismo lo había anticipado
— Las malas noticias viajan rápido Inspector, hizo usted una buena faena en el poblado, más indiscreto no pudo haber sido — puntualizo mordazmente el interpelado
— Es una lástima, no teníamos mayores indicaciones.
— ¿Teníamos? No entiendo ¿Quién más viene con usted?
— Es un tanto complicado de explicar, solo el Doctor Salamander podría ayudarme con este asunto tan particular — replico Carbonell de un modo un poco frío y cortante
— Entiendo Inspector, por favor espere en esta sala, alguien vendrá a atenderlo y podrá ayudarlo en sus predicamentos — contesto el Chino mientras le indicaba que tomara asiento en una muy cómoda poltrona antigua pero muy bien cuidada.
El hombre dejo instalado a Carbonell, hizo profunda reverencia y salió de la sala, cerrando las puertas que eran de cristal.
Pasaron uno cinco minutos que a Carbonell se le hizo casi una eternidad cuando el Chino regreso seguido de una dama vestida muy elegante con un Qipao de Estilo Shanghai, pero de facciones más bien Europeas. El hombre abrió la puerta, dejo que la Gran Dama pasara y salió de nuevo haciendo sendas reverencias, dejando a solas a Carbonell con la recién llegada.
—¿Es usted el doctor Moreau Salamander ? — inquirió Carbonell como para romper el hielo
— Por supuesto que no — dijo la dama como mostrando cierta sonrisa picara — En ese caso más bien seria Doctora Moreau. El castillo de los Salamander no es lejos de aquí, lo podemos ver desde los ventanales de esta sala, si me lo permite puedo hacer que el criado abra las cortinas para que usted pueda precisar la localización de ese lugar. Sin embargo, no es un sitio recomendable para ir y sería muy irresponsable de mi parte, Querido Inspector Carbonell, no advertirle acerca de los peligros que supone visitar el Castillo Salamander.
— Me lleva usted ventaja, estimada Madame, pues como ve desconozco su identidad
—Lo siento Inspector, no recibimos muchos visitantes y los modales comienzan a oxidarse, Soy la Profesora Lavinia Polidori. Pero puede llamarme simplemente Polidori si así lo prefiere.
— Agradezco todas sus atenciones, estimada Profesora, pero estoy en una carrera contra el tiempo y solo el doctor Moreau puede ayudarme en mi particular cruzada, si me lo permite, debo partir de inmediato hacia el Castillo Salamander.
— Castillo Franz — señaló Polidori en el tono de corrección que usan los maestros con el mal alumno — Aunque ahora es propiedad de Salamander, el Castillo por siglos fue el bastión principal de la familia Franz. —Incluso esta casa alguna vez fue propiedad de Morella Franz, una dama muy distinguida entre la nobleza y aristocracia del país.
— Escuche, estimada mía, todo esto está muy bien, solo que ahora no tengo paciencia ni tiempo para historias, debo partir en este preciso momento — indico Carbonell dirigiéndose hacia la salida de puertas de cristal.
— Inspector Carbonell, no sea usted terco, en realidad solo yo puedo ayudar a sus dos amigos, yo puedo regenerarles un cuerpo y así salvarles la vida.
— ¿Qué? —dijo Carbonell deteniéndose perplejo
— Querido, sé lo que llevas en esa maleta, son las cabezas de tus amigos, pero la reconstrucción corporal del Doctor Salamander solo puede practicarse hasta máximo 20 minutos después de separar una cabeza humana de su cuerpo, lo dice claramente Moreau en sus informes y estudios científicos, las publicaciones son de conocimiento abierto en la academia, además requiere preparar durante meses el equipo para hacer el procedimiento regenerativo, las soluciones químicas deben disolverse en un tanque lo suficientemente grande como para sumergir dos cuerpos humanos durante 3 meses, de por si el porcentaje de éxito es meramente del 45%, a un costo exhorbitante. Y desde que usted hizo su particular intervención quirúrgica y llego aquí ya han pasado unas 16 horas. A cambio yo le ofrezco un método diferente, pero seguro aun bajo estas condiciones. Y el cual puedo hacer ahora mismo, 100% éxito garantizado cortesía de la casa, no quedara usted debiéndome absolutamente NADA.
— ¿Solo 20 minutos? Todo ha sido en vano.
— No pierda la esperanza Inspector, permítame mostrarle mi laboratorio, sé que puedo devolverle cuerpo y vida a sus amigos, aunque mis métodos no sean del todo ortodoxos y al gusto de la academia — dijo Polidori mientras le indicaba a Carbonell una discreta puertilla en el lado opuesto de la sala — Tras esa puerta está mi laboratorio de investigaciones, es el trabajo de toda una vida, y es en donde está la salvación de sus amigos. Venga tráigalos con usted y en menos de lo que canta un gallo estaremos todos celebrando juntos.
Entraron al laboratorio, Carbonell esperaba encontrar una especie de lugar sombrío muy similar a la oficina de un ayudante de carnicería, lleno de cuerpos desmembrados y fetos humanos metidos en botellas de formol, en donde Doctor Frankenstein se sentiría muy a gusto.
Pero no fue así, lo que encontró fue una sala supersofisticada casi que alienígena. Había un quirófano muy bien iluminado al centro, y más bien todo el equipo era nuevo, lo único que desentonaba era la presencia de varios brazos mecánicos como los que habría en una fábrica en serie de automóviles o aviones a lo largo y ancho del lugar.
— Rápido Carbonell, páseme una de las cabezas mutiladas de sus amigos, yo la situaré sobre el quirófano y acompáñeme al centro de control, para que se convenza de una buena vez.
Ni cortos ni perezosos y como movidos por una sinergia, los dos trabajaron rápidamente, Carbonell desempacando con cuidado la cabeza de Cluzo y la Profesora, situando al paciente en medio del quirófano y alistando con maestría varios de los instrumentos. Cuando termino esta fase, Polidori invito a Carbonell a que la siguiera al cuarto de control.
Este era una especie de centro de cómputo, la Profesora se sentó en una de las consolas y digito frenéticamente varios comandos, y aunque se la veía relajada, Carbonell noto algo de transpiración en la frente de la enigmática dama.
Polidori dejo de enviar comandos en el computador y se paró y movió dos palancas que estaban en uno de los paneles de control y como por arte de magia todos los brazos mecánicos comenzaron a moverse en la sala del quirófano, por una especie de escotilla salió una cinta gigante similar a la de las maletas en un aeropuerto e hizo contacto con el quirófano, acto seguido un cuerpo decapitado apareció sobre la cinta y junto con los brazos robóticos comenzaron a unir delicadamente la cabeza de Cluzo al cuerpo recién aparecido, lo siguiente que vio Carbonell fue una sinfonía de rayos láser, salir de los brazos mecánicos que se veía claramente servían para unir aquello que estaba separado. Al cabo cinco minutos las máquinas se detuvieron y se alejaron del quirófano.
— Ven conmigo Carbonell, veamos como está tu amigo Cluzo.
Carbonell no salía de su asombro, ante sus ojos vio el procedimiento alucinante, cuando se acercaron al cuerpo vio que la cabeza tenía los ojos abiertos y como que quería decir algo.
— No intente pararse, Cluzo — ordeno Polidori, mientras en los instrumentos verificaba los signos vitales del paciente, en eso se acercó uno de los robots y le administro una inyección en el cuello al recién operado y este quedo dormido como un bebe. El brazo robotico puso de nuevo en la cinta del aeropuerto a Cluzo y este desapareció por la misma escotilla por donde entro.
—Date prisa Carbonell, ahora trae la cabeza que le cercenaste a Puaro, no hay tiempo para perder.
Y repitieron exactamente el mismo procedimiento en lo que quedaba de humanidad de Puaro: un cuerpo entro y desde el centro de mando, Polidori activo los brazos que a punta de láser unieron la cabeza con el cuello. Y luego de un chequeo rápido, era anestesiado y desaparecía transportado por la cinta.
—Ellos estarán bien. Solo necesitan dormir unas 48 a 72 horas, mi asistente se encargara de atenderlos, les proporcionara alojamiento, vestido y comida. Apenas estén recuperados, ellos mismos pueden continuar ya de nuevo su vida rutinaria, mientras esperamos, te ofrezco todas las comodidades y placeres de mi mansión —dijo Polidori, mientras al mismo tiempo comenzaba a desapuntar los broches de su elegante vestido, dejando notar la mas adorable de las anatomías femeninas.
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La casa de Seguridad