(foto de un Dantonalto hembra o Macrauquenia)
Dicen las antiguas leyendas de Namcuan que a los quince años luego de varias visiones, Battuta Al-Masudi decidió emprender un viaje hacia el sur. Partió acompañado por una comitiva de once consejeros sabios, doscientos arqueros, treinta y cinco macrauquenias (o Dantonaltos), seis mamuts, un destacamento de soldados de a pie y en monturas menores, dirigidos por Capitanes de renombre, nobles guerreros que habían luchado en las guerras contra los Andirrianos.
En el camino, se unieron a la expedición otros príncipes que también habían escuchado el llamado de los dioses para explorar las tierras del sur. En la comitiva de uno de ellos viajaba don Gaspar de Altamira.
Cuando Al-Masudi llegó al punto más extremo de Surumbria, creyó haber cumplido con el mandato divino. Sin embargo, allí recibieron noticias, de parte del rey de esas tierras, de un pasaje aún más al sur hacia un imperio tan vasto como el Andirriano.
Sospechando que podía tratarse de una trampa surumbriana, la mitad del “Cortejo del Sur” —como se llamó entonces a la comitiva— decidió abandonar a Al-Masudi, regresando a sus tierras y esparciendo rumores de que los dioses lo habían castigado por buscar lo prohibido. Afirmaban que quienes osaban conocer lo oculto eran condenados a la esclavitud, la tortura y la muerte.
Sin mayor congoja, Al-Masudi continuó su viaje hacia el sur en busca de aquel imperio esplendoroso. Luego de varios años y peligros imprevistos, llegó a lo que hoy se conoce como Tlaxílotl, un reino cuyas gentes vivían con un lujo y esplendor comparables al de Naumcan de aquellos días. Allí supo que más al sur existía otro imperio, temido por los Tlaxílotl por su gran poder.
Atraído por la posibilidad de conocer tierras míticas, Al-Masudi prosiguió su marcha, convirtiéndose en el primer habitante de Merides en contemplar el gran imperio de Xolotlán, del cual ni las leyendas más antiguas de su pueblo tenían noticia.
El rey de Xolotlán acogió con agrado a Al-Masudi y escuchó con interés los relatos sobre los "hielos sagrados" del norte. Sus consejeros afirmaron que también al sur existían hielos, y que si el trayecto desde el norte hasta Xolotlán había tomado ocho años, otros tantos —o más— serían necesarios para alcanzar los hielos del sur, donde, decían, el mundo terminaba. Los sacerdotes advirtieron: “Los hielos del sur no son como los del norte”, pues más allá de las fronteras de Xolotlán al sur no había reyes ni imperios, sino tierras desoladas habitadas por pueblos salvajes.
Fue entonces cuando don Gaspar comenzó a concebir la idea de que el mundo era una sucesión de hielos y continentes alineados hacia el sur, tal vez infinitos. Tan entusiasmado quedó el rey que decidió organizar una expedición hacia el norte para conocer las tierras de sus visitantes. En la primavera de ese año, partieron desde la capital de Xolotlán dos expediciones en sentidos opuestos, dispuestas a explorar el mundo.
Los reportes recibidos en Xolotlán resultaron ser ciertos: Al-Masudi caminó durante cuatro años sin encontrar imperios, solo pequeñas tribus de hombres fieros, algunos amistosos, otros hostiles. En el quinto año llegó a los hielos y tierras de lobos. Los nativos le hablaron de un lugar aún más al sur donde el sol no se ocultaba durante medio año, lo cual sorprendió a la ya reducida comitiva de norteños muy mermada por el frío intenso. Llamo a ese continente como Altamarquia (el reino sin nombre). Don Gaspar comentó que lo mismo ocurría en los hielos sagrados de Namcuan, donde también había medio año de día perpetuo. Así, comenzaron a pensar que habían regresado a los hielos del norte, lo que implicaba que el mundo era cilíndrico.
Los sabios que acompañaban a Al-Masudi hicieron cálculos con reglas y compases, y concluyeron que, si su hipótesis era cierta, en cuatro años más podrían ver de nuevo las tierras de Namcuan.
Se dice que Al-Masudi efectivamente alcanzó el punto más extremo al sur, no durante la época de sol perpetuo, sino durante la noche total. Las bestias y los glaciares habían diezmado tanto a la comitiva que solo los más bravos conservaban la vida y la esperanza de volver a ver a sus familias en el ya lejano Namcuan.
Caminaron dos años más y llegaron a tierras sin hielo de las que no tenían noticia. Avanzaron por un mundo cálido y despoblado, donde encontraron tribus serias y distantes. La fauna era completamente desconocida, y los hombres montaban bestias jamás vistas en el norte. Al ver nuevamente signos de civilización, conocieron otros reinos más modestos que Namcuan o Surumbria, pero habitados por gente sabia, con otras leyendas, lenguas y creencias. Al-Masudi llamó a aquel continente “Copera”, o “el lugar donde se perdió Namcuan”.
Creyendo que jamás volvería a su tierra, abandonó la idea de una realidad circular. Decidió, no obstante, ver un hielo más al sur antes de detenerse para siempre. Le tomó al menos cinco años atravesar Copera. Durante el trayecto escuchó relatos de otros viajeros que también buscaban los hielos del sur y del norte, recibió tanto ayuda como traiciones de los diversos reyes de aquel continente. Allí también se encontró con un mago que no iba al sur, sino que cruzaba el mundo de oriente a occidente, no conocía el norte, ni el sur, tampoco le interesaban leyendas de hielos.
Supo de aquel hombre que luego vendrían aguas, y tras ellas otro continente, que le tomaría al menos seis años cruzar a pie, menos si viajaba en barco. Pero aunque Al-Masudi era buen caminante, no lo era como navegante. Tras muchas aventuras logró cruzar aquel continente, al que llamó Indomitia, el más rico en fauna, pero también en hombres antropófagos mitad criatura de los dioses, mitad animales. Finalmente, llegó al extremo sur de Indomitia, frente a un mar. Allí, los sabios locales le dijeron que el mundo terminaba, en un océano insondable, y nadie sabía si existían hielos más allá hacia el sur.
Al-Masudi permaneció allí con una viuda durante varios años antes de decidir embarcarse en busca de nuevos hielos. Para entonces, solo quedaban don Gaspar, once hombres y un mamut del grupo original que partió de Namcuan. Tras grandes dificultades, Al-Masudi se hizo a la mar y puso finalmente pie en nuevos hielos, con la suerte de haber llegado durante el día. Ante días sin noche, lo tomaron como una señal favorable. Don Gaspar propuso no atravesar los hielos, sino rodearlos por mar para evitar los peligros de los glaciares. Al-Masudi aceptó, pero no contaron con que los hielos del mar eran tan traicioneros como los de tierra. Aquel intento costó la vida de Al-Masudi.
Conocemos esta historia porque únicamente don Gaspar y tres hombres sensatos regresaron a Namcuan. De ellos supimos que el mundo era un cilindro: dos hielos, uno al norte y otro al sur, con muchos continentes en el medio y mares infinitos tanto al oriente como al occidente. Todo quedó registrado en los libros que escribió Al-Masudi y que don Gaspar conservó con esmero, dando crédito a quien fue, sin duda, el primer hombre en atravesar, de cabo a rabo, el mundo conocido.
Representación en linea roja de la posible ruta tomada por Al-Masudi, en un mapa moderno
Es muy interesante. me encanto el relato. te mando un beso.
ReplyDeleteSobrevivir a tan largo viaje, para contarle, tiene mucho de sabiduría.
ReplyDeleteY la tentación de seguir un poco más, para ver que se encuentra, puede ser riesgosa.
Saludos.
Pero si estuvo dando vueltas. Supongo que don gastar se atribuirá todo el mérito. Y si no hubiera vuelto nadie, almansuri hubiera quedado satisfecho.
ReplyDeleteLa proporción de esas islas sería aproximadamente como Inglaterra?
Abrazooo
Una odisea espectacular y muy bien narrada. Saludos
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